Celebremos hoy nuestra eucaristía, alabando a Dios, porque él se apiada de nosotros,
cansados y oprimidos, y nos libera de nuestros males.
Hacemos un momento de reflexión silenciosa. Pedimos perdón por no haber seguido
a tiempo y cordialmente el llamado misericordioso de Dios.
Colecta
Por la humillación de su Hijo, Dios nos levanta del pecado; pedimos que nos llene
de alegría y que ésta se prolongue en el gozo eterno.
Lecturas Bíblicas
El profeta Isaías reconforta a los impacientes, que han vuelto del exilio: Jerusalén será una ciudad de prosperidad, de alegría y será bendecida por la paz.
Pablo sólo se gloría de la cruz de Cristo, feliz de llevar en su cuerpo los “signos” de la pasión salvadora.
Jesús envía a los discípulos a “ensayar” la misión: los envía sin tantas cosas para no obstaculizar la predicación del Reino y el anuncio de la paz.
Hoy presentamos, con el pan y el vino, el don de nuestra pobreza: que en ella se revele la riqueza, la sabiduría y la fuerza de Dios.
Saciados con los dones del amor de Dios, podemos vivir en una perenne acción de gracias.
Reconfortados por la palabra y el sacramento, anunciemos a todos que nuestros afanes, inquietudes y cansancios sólo encontraron quietud, reposo y paz en el corazón de Cristo.