Se sabe que Jesús es descendiente de Abraham y de David. El primero es el padre de Israel y David su rey más importante; ambos son el origen de la nueva historia que Jesús, como personaje principal, llevará a pleno cumplimiento. Jesús nace de María, su madre, que estaba desposada con José…, que de acuerdo con la costumbre de los judíos, el matrimonio consistía en el contrato y el vivir bajo el mismo techo. María y José estaban en la primera etapa, la cual tenía carácter de matrimonio; es decir, había un compromiso. Además, José era un hombre justo, no quería denunciar a María y pensaba dejarla sin que nadie supiera. ¿En qué radica la justicia de José? Para algunos sería no haber expuesto a María a una humillación pública; sin embargo, la justicia de José posee raíces más profundas: aceptar y confiar en la intervención extraordinaria de Dios, quien lo hace partícipe de su plan de salvación. En efecto, José descubre “algo” superior, incluso mayor a su propio matrimonio. Él se considera un “pobre” y, precisamente, con los pobres es que Dios construye hermosas historias de amor.
Asimismo, los padres de ese tiempo, a través del nombre de los hijos, intentaban caracterizar la misión que el niño desempeñaría en la sociedad. En este caso, Jesús, que significa “Dios salva”, es el nuevo Josué que introducirá al pueblo en el Reino de Dios. De ahora en adelante, Dios camina junto a su pueblo y este toma “conciencia” de él, al igual que lo hacen los cristianos de hoy. Al hacer este ejercicio, sería un error limitarnos a pensar solo en nuestro pecado, puesto que también nuestra conciencia de Dios se fragua en las cosas buenas y hermosas que podemos llegar a hacer.
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel” (Mt 1, 23).
P. Fredy Peña T., ssp