El año 354 nace en Tagaste (África). Pronto se revela un talento excepcional. Educado en la fe cristiana, llega a extraviarse con malas compañías. Todavía adolescente, convive con una joven, y tienen un hijo, muerto a tierna edad. Viaja a Cartago para continuar sus estudios, y luego a Roma, donde abre una escuela de retórica. Una grave enfermedad pone su vida en peligro. Pero se cura.
Viaja a Milán para ocupar la cátedra de retórica. Allí conoce al obispo san Ambrosio, y allí también lo encuentra su madre. Gracias a las oraciones y consejos de Mónica y del santo obispo, Agustín se convierte y se llena de luz y paz. En el año 387 Ambrosio lo bautiza. Al morir su madre en Ostia, regresa a Tagaste. Reparte sus bienes a los pobres, entra en un monasterio y empieza una vida austera, de oración y estudio.
Es ordenado sacerdote en el año 391; y en el año 397, por aclamación popular, es consagrado obispo de Hipona. Escribe obras magníficas, como sus Confesionesy La ciudad de Dios. Agustín, antes fascinado por la belleza física y el placer, ahora se dirige a Dios: “Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva; tarde te amé. Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera, y fuera te buscaba… Te he gustado, y ahora tengo hambre y sed de ti”.
El 28 de agosto del año 430, agradeciendo a Dios por tanto amor, viaja al paraíso eterno.