En un contexto de hostilidad por parte de las autoridades religiosas del Templo, Jesús manifiesta el discurso del Buen Pastor. Él es el Buen Pastor que intenta alejar a su redil de la mentalidad opresora y legalista de la época. El pueblo de Israel siempre se identificó con la figura del pastor, ya que era la forma de expresar cuán amorosamente protegidos por parte de Dios se sentían. La figura del pastor puede parecer bucólica y nostálgica, pero su tarea era muy dura, pues debía trabajar en condiciones adversas, donde el agua y la vegetación eran muy escasas.
No obstante, ¿qué puede significar esta imagen campesina del Buen Pastor hoy? Quizá para los más escépticos no signifique nada, pero Jesús no es un pastor falso o aparente, como eran los antiguos dirigentes o reyes en Israel, que se presentaban como garantes de la ley de Dios pero no la cumplían. Jesús tampoco es un mercenario que siempre está midiendo ¡cuánto! va a perder en la próxima fechoría, sobre todo cuando las ovejas pasan a ser una mercancía para beneficio propio. Jesús es el pastor modelo que ayuda a salir a las personas de sus miedos y de la explotación de los yugos de poder. Para quienes escuchan la voz del Buen Pastor les espera la Vida eterna o la vida definitiva, que según el evangelista se caracteriza por la vida en el Espíritu. La vida que es para siempre, porque supera la propia muerte. Con Jesús como Buen Pastor ya nadie podrá separar a sus ovejas, porque él las protege de los malos pastores, de los vendedores de ilusiones, de los inconformistas de siempre, de los que viven al margen de Dios, etcétera.
El amor de Jesús pone en jaque nuestra fe y por eso llama una por una a sus ovejas. Solo las buenas y fieles ovejas del único Buen Pastor, Jesús, serán el día de mañana los buenos y santos pastores de hoy.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna” (Jn 10, 27-28).
P. Fredy Peña T., ssp