Este domingo, en el día en que la Iglesia Católica celebra la resurrección de Jesús, el administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Santiago, celebró la Eucaristía que marca el fin de la Semana Santa, en la Catedral Metropolitana.
En su mensaje de Pascua monseñor Aós expresó: “Nosotros queridos hermanos, celebramos contentos esta fiesta de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros somos en este siglo XXI sus testigos, en Santiago y en Chile, y nuestro testimonio es bueno. Somos testigos de lo que vivieron y afirmaron los apóstoles y las generaciones de creyentes que los sucedieron y por eso repetiremos la fórmula de nuestra fe: el credo de la comunidad cristiana”.
“Jesús ha resucitado, Jesucristo vive y está con nosotros cumpliendo su promesa: ´no tengan miedo, no los dejaré huérfanos, les enviaré al Espíritu Santo y estaré con ustedes hasta el final de los tiempos´”, agregó el obispo en su homilía.
Al continuar, el pastor exhortó a los fieles a sentirse parte de la Iglesia: “Cada apóstol, cada cristiano, cada uno de nosotros, hoy está llamado a sentirse Iglesia, a agregarse cada vez al número de los santos, a pensar como Jesús, sentir como Jesús y actuar como Jesús. Cada uno de nosotros, cuando el orgullo y la debilidad nos apartan de Dios y de los hermanos, estamos llamados a acercarnos a Jesús para ser restituidos en la gracia”.
Al referirse al Tiempo Pascual que comienza en Domingo de Resurrección, el obispo manifestó: “La Iglesia nos convoca a cincuenta días de alegría, hasta la fiesta de Pentecostés. Podemos estar alegres en las circunstancias, en las situaciones que estamos viviendo. Sólo movidos por el Espíritu Santo, podemos reconocer en Jesús crucificado al verbo de Dios encarnado. Sólo así podemos proclamar que Jesucristo es Señor para gloria del Padre. Todo ha sido creado por él y para él y sólo tratando de ser cada uno mejor cristiano podremos superar las divisiones y desencuentros, alcanzar el perdón y la reconciliación. Cristo ha resucitado, resucitemos nosotros con él a una vida nueva”.
Al finalizar la celebración, el obispo procedió a realizar la bendición plenaria, otorgando así la remisión por sus pecados a todos los fieles confesados.