La vocación de Abraham es modelo de la llamada que Dios hace a todo hombre. La liturgia de hoy nos invita a ser generosos en la respuesta.
Dos peticiones de perdón: por haber respondido tarde y mal al llamado de Dios; por no haber escuchado y seguido a Cristo, el Hijo amado del Padre.
La transfiguración del Señor alimente nuestra fe en Dios, que es nuestro premio definitivo.
El relato de la alianza de Dios con Abraham es un llamado a la fe: “Abraham creyó al Señor y por eso lo aceptó como justo”.
Fuerte llamado de san Pablo a ser fieles al Señor, sometiendo nuestras pasiones, en la firme esperanza de su venida.
Jesús se transfigura frente a Pedro, Santiago y Juan para fortalecerlos con la visión de su gloria, ante los sufrimientos que lo esperan en Jerusalén. Él no los abandona.
Con el pan y el vino pedimos, y ofrecemos, la santidad de la vida en vista de la Pascua.
Con Cristo, hecho pan por nosotros, pedimos la fuerza para peregrinar hacia el Padre Dios.
Fortalecidos por la oración, la palabra y la presencia de tantos hermanos, vayamos a anunciar que vale la pena entregar la vida por Cristo.