Para el evangelista Lucas la irrupción de Jesús en la vida de la comunidad es un hecho histórico que se constata a partir de testigos oculares, como los Apóstoles y ministros de la palabra, pero también por medio de una catequesis sobre el propio Jesús. Por eso, no siendo Lucas un testigo ocular de Jesús, le dedica a Teófilo (amigo de Dios) esta síntesis catequética de la Iglesia primitiva, que confirma lo que vivió la comunidad en su cercanía con el Señor, pero también le impregna “credibilidad” a lo que dijo e hizo el propio Jesús.
Jesús, movido por el Espíritu Santo, va hacia los más marginados, pues estos lo esperaban. Habían oído hablar de él y conocían los relatos de sus milagros. Por tanto, la expectativa era grande: llega la libertad a los oprimidos, que proclama un año de gracia del Señor. Así lo anunciaban también los sacerdotes ungidos, ya que cada cincuenta años se declaraba un año jubilar y se perdonaban las deudas. Los presos recuperaban su libertad y todos los que tenían compromisos recibían el perdón de lo adeudado. Jesús es el ungido que responde a todas las inquietudes de sus oyentes: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Es decir, esta profecía de Jesús tiene cumplimiento no solamente para su tiempo, sino también hoy porque ese cumplimiento se plasma en su persona.
La finalidad del anuncio del Reino de Dios a los pobres o “anawin” (en hebreo) ?que viven marginados de la sociedad? es la salvación integral del hombre. Al respecto, el mundo creyente está al debe, puesto que no siempre ha dado la palabra o el testimonio evangélico que el propio Jesús hizo por los pobres. Ha podido más nuestra cobardía, la falta de compromiso social, el materialismo desmedido, como también han prevalecido más los falsos mesianismos que la propia justicia, misericordia y amor de Dios.
“Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres…, a dar la libertad a los oprimidos” (Lc 4, 18).
P. Fredy Peña T., ssp