Durante la última semana de agosto estuvo en nuestro país el monje benedictino Anselm Grün, quien participó de unos conversatorios en los que se desarrolló el tema de la fragilidad interior. En estos diálogos, el sacerdote abordó también la forma en que se construye la espiritualidad del hombre moderno, un proceso en cuyo punto de partida es fundamental preguntarse: ¿quién soy? ¿qué es el hombre? ¿quién es Dios para mí?
Plantearse estas interrogantes permite descubrir la propia identidad y, a partir de ello, armar un proyecto de vida. En un sentido más amplio, también involucra el poder sentir dentro de cada uno la presencia de Dios, con el fin de encontrar y entender, a la luz de la fe, la esencia del ser humano. Para Grün, si alguien quiere conocer a Dios debe, necesariamente, conocerse a sí mismo. Solo así es posible abordar otras temáticas, como la libertad, la felicidad, la vida, la muerte y la trascendencia.
En ese contexto se sitúa El libro de las respuestas de Anselm Grün, obra en la que pone a disposición de los lectores muchas de las incógnitas a las que debe responder en sus conferencias, y que tienen que ver, precisamente, con el sentido de la vida y la fe. Pero no lo hace con la idea de entregar un manual con fórmulas probadas o verdades concluyentes, sino con la intención de aportar su propia visión sobre cada tema. Por ejemplo, al desarrollar una pregunta acerca del sentido de la existencia, toma conceptos de Sigmund Freud y Víctor Frankl, contrastándolos con la teología para llegar a hablar del hombre en cuanto ser espiritual. Entonces, responder cuál es el sentido de la vida implica también preguntarse cosas como: ¿qué quiero transmitir a otras personas con mi vida? ¿cuál es la razón por la que me esfuerzo? ¿quiénes son para mí los demás? ¿debemos buscar nosotros mismos un sentido a la vida o este nos es dado?
Para el monje, cada respuesta va dando paso a nuevas interrogantes que interpelan tanto a la razón como a la fe. Y en ese diálogo es donde se pueden encontrar respuestas, en la medida que una pregunta bien planteada es capaz de producir este diálogo. De este modo, para entender su propia esencia, el ser humano debe ser capaz de interpelarse.
Las respuestas que Anselm Grün entrega en este libro son, entonces, conclusiones que surgen de su propia experiencia y que pueden servir como un punto de partida para el lector, enfrentado a las mismas preguntas. No hay conclusiones definitivas ni temas completamente cerrados, porque las grandes cuestiones de la existencia, sostiene, deben motivar nuevas preguntas y nuevas respuestas.
Entonces, tal como el padre Anselm invita en la introducción: “Atrévase a escuchar las preguntas que surgen en usted; intente responderlas con base en las preguntas formuladas en este libro, con la confianza de que el Espíritu Santo obra en usted y le infunde lo que puede apaciguar sus preguntas y sus dudas”.
Rodrigo Miranda Sánchez