De la feria. Verde. Santa Isabel de Portugal (ML). Blanco.
Lectura del libro del Génesis.
Después que Abraham permaneció largo tiempo en el país de los filisteos, Dios puso a prueba a Abraham. «¡Abraham!», le dijo. Él respondió: «Aquí estoy». Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que Yo te indicaré». A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes». Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos. Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!» Él respondió: «Sí, hijo mío». «Tenemos el fuego y la leña –continuó Isaac–, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?» «Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!» «Aquí estoy», respondió él. Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único». Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá». Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo:«Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, Yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz». Abraham regresó a donde estaban sus servidores. Todos juntos se fueron a Berseba, y Abraham residió allí.
Palabra de Dios.
Comentario: Hay que comprender el contexto histórico de Abraham, en el cual era habitual el sacrificio humano para aplacar la ira de los dioses. Valoramos la disponibilidad de Abraham al entregar su hijo a Dios, pero inesperadamente aparece el Dios de Israel que no quiere que sacrifique el fruto de sus entrañas, sino que quiere la vida.
R. ¡Caminaré en presencia del Señor!
Amo al Señor, porque Él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí cuando yo lo invoco. R.
Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: «¡Por favor, sálvame la vida!» R.
El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó. R.
Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del Señor en la tierra de los vivientes. R.
ALELUYA 2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo recon-ciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema». Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Palabra del Señor.
Comentario: Viendo la fe de quienes le llevan al paralítico, Jesús lo cura y perdona. ¿Nuestra fe imita a estos buenos samaritanos capaces de jugarse por un necesitado? Con sólo un pequeño gesto de fe y de amor se puede sanar a un enfermo o dar esperanza a un anciano o a un niño desprotegido, y cambiar las realidades adversas.