San Ireneo, obispo y mártir (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: 2Tim 2, 22-26; Sal 36, 3-6. 30-31; Jn 17, 1. 20-26.
Ireneo nace en Esmirna (hoy Izmir, Turquía) en el siglo II. En una carta a su amigo Florino alude a cuando, en su juventud, escuchaban juntos a san Policarpo: “Podría reproducir lo que nos contaba de su trato con Juan y los demás que vieron al Señor, y cómo repetía sus palabras; lo que del Señor habían visto y oído”. Hacia el año 157 se halla en Francia, quizás enviado por san Policarpo. Estando en Roma, predica la fe en Jesucristo frente a las herejías de entonces. Hacia el año 177 está en Lyón (Francia) animando a un grupo de cincuenta cristianos encarcelados con su compatriota el obispo Potino, quien lo había ordenado sacerdote. Muerto Potino, Ireneo establece su sede en Lyón. Cesada la persecución, se dedica a multiplicar las comunidades cristianas y socorre a todos los que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Se cree que murió mártir hacia el año 208.
Lectura del libro del Génesis.
Cuando Abrám tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. Ésta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones». Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones. y ésta es mi Alianza con ustedes, a la que permanecerán fieles tú y tus descendientes: todos los varones deberán ser circuncidados». También dijo Dios a Abraham: «A Sarai, tu esposa, no la llamarás más Sarai, sino que su nombre será Sara. Yo la , bendeciré y te daré un hijo nacido de ella, al que también bendeciré. De ella suscitaré naciones, y de ella nacerán reyes de pueblos». Abraham cayó con el rostro en tierra, y se sonrió, pensando: «¿Se puede tener un hijo a los cien años? Y Sara, a los noventa, ¿podrá dar a luz?» Entonces Abraham dijo a Dios: «Basta con que Ismael viva feliz bajo tu protección». Pero Dios le respondió: «No, tu esposa Sara te dará un hijo, a quien pondrás el nombre de Isaac. Yo estableceré mi Alianza con él y con su descendencia como una Alianza eterna. Sin embargo, también te escucharé en lo que respecta a Ismael: lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia muy numerosa; será padre de doce príncipes y haré de él una gran nación. Pero mi Alianza la estableceré con Isaac, el hijo que Sara te dará el año próximo, para esta misma época». Y cuando terminó de hablar, Dios se alejó de Abraham.
Palabra de Dios.
Comentario: Hay esposos que no quieren ser padres y, a pesar de sus nefastas intenciones, la mujer muchas veces queda embarazada. En cambio, hay otros que quieren tener un hijo y no lo pueden. Queda claro que cuando Abrám y Sara llegaron a engendrar un hijo fue más una decisión de Dios que de ellos. Dios es el principio de la vida.
R. ¡Feliz el que teme al Señor!
¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.
Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.
¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor!¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén! R.
ALELUYA Mt 8, 17
Aleluya. Cristo tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante Él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio».
Palabra del Señor.
Comentario: Este capítulo octavo, el evangelio de san Mateo, presenta a un Jesús Maestro que no sólo enseña sino que cura y responde a necesidades humanas, dando indicaciones sobre cómo deben comportarse. En este caso, al leproso que ha sido sanado lo invita a cumplir con la Ley. Ser sanados por Jesús implica asumir un compromiso consecuente.