23º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año. Semana III del Salterio.
1ª LECTURA Is 35, 4-7
Lectura del libro de Isaías.
Digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos!» Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales. Palabra de Dios.
Comentario: En las palabras del profeta, podemos recordar las de Jesús, que anuncian la “llegada del Reino” cuando señala que, los cojos andan, los sordos oyen, los ciegos ven. Es decir, las imágenes que describe el profeta son la esperanza y confianza del pueblo de Israel, que vive en el destierro y anhela una vida más próspera. Y a pesar de sus desgracias no deja de creer en su Dios.
SALMO Sal 145, 7-10
R. ¡Alaba al Señor, alma mía!
El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, el Señor protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
2ª LECTURA Sant 2, 1-7
Lectura de la carta de Santiago.
Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas. Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes? Palabra de Dios.
Comentario: El apóstol Santiago nos recuerda la preferencia que Dios tiene por los pobres, y nos invita a hacer lo mismo con los necesitados de nuestros días. Si hay algo que la caridad cristiana exige es que no podemos quedar indiferentes ante la precariedad espiritual y material de nuestro prójimo. Ejercitar las Obras de misericordia corporal y espiritual nos ayuda a ser más humanos y menos dioses.
ALELUIA Cf. Mt 4, 23
Aleluia. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino, y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluia.
EVANGELIO Mc 7, 31-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos». Palabra del Señor.
Comentario: Todos somos espiritualmente sordos hasta que Dios nos regala la fe. Podemos ser sordos a aquello que la palabra nos pide y elegir las tinieblas de la comodidad como también eliminar automáticamente todo compromiso. Mudos y sordos encerrados en nosotros mismos, rompemos el diálogo con Dios y con los hermanos.