San Juan María Vianney, p., patrono de los párrocos (MO).
Leccionario Santoral: Ez 3, 16-21; Sal 116, 1-2; Mt 9, 35—10, 1.
Día del Cura Párroco.
LECTURA Jer 26, 11-15. 24
Lectura del libro de Jeremías.
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: «Jeremías es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos». Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: «El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado. En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras». Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera entregado en manos del pueblo para ser ejecutado. Palabra de Dios.
Comentario: Para suerte de Jeremías, los encargados de hacer justicia eran los jueces y ancianos del pueblo y no los sacerdotes ni los profetas. Las palabras del profeta denuncian la corrupción encubierta de los referentes del Templo. Los jueces, con menos intereses creados que los sacerdotes, reconocen que no es reo de muerte porque Jeremías ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios.
SALMO Sal 68, 15-16. 30-31. 33-34
R. ¡Respóndeme, Dios mío, por tu gran amor!
Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el Abismo, que el Pozo no se cierre sobre mí. R.
Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. R.
ALELUIA Mt 5, 10
Aleluia. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluia.
EVANGELIO Mt 14, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, su hija, también llamada Herodías, bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Palabra de Dios.
Comentario: El coraje de Juan Bautista hace que no se intimide ante nada y denuncie sin tapujos la inmoralidad de Herodes. Toda su vida estará marcada por alzar la voz, sobre todo cuando haya situaciones que van en contra de la voluntad de Dios. Este es un riesgo que hay que correr y lo hizo el propio Jesús también. A veces, decir y hacer las cosas que nos pide Dios tiene un precio de soledad, incomprensión y rechazo.