De la feria. Verde. San Agustín Zhao Rong, p., y comp. mrs. (ML). Rojo.
Semana 14ª durante el año – Semana II del Salterio.
LECTURA Os 2, 16. 17-18. 21-22
Lectura de la profecía de Oseas.
Así habla el Señor: Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor– tú me llamarás: “Mi Esposo” y ya no me llamarás: “Mi Baal”. Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. Palabra de Dios.
Comentario: El profeta conmina a su pue- blo para que vaya al desierto y allí se olvide del culto a los dioses cananeos (Baal). De manera que dejando esa idolatría o prostitución pueda acercarse y conocer al Dios único, el Señor. Solo en la intimidad del corazón, pueblo y Dios se podrán hablar y escuchar mutuamente.
SALMO Sal 144, 2-9
R. ¡El Señor es bondadoso y compasivo!
Señor, día tras día te bendeciré, y ala- baré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.
Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos: ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas. R.
Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas; divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria. R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericor- dia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
ALELUIA Cf. 2Tim 1, 10
Aleluia. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluia.
EVANGELIO Mt 9, 18-26
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponer-le tu mano y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré sana». Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó sana. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme». Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región. Palabra del Señor.
Comentario: Por su fe en Jesús la mujer es sanada y además le devuelve la vida a la hija de un funcionario real. ¿Creemos realmente en el Dios de la vida, que sana nuestras enfermedades? El gran problema de hoy es que el Señor no tiene dónde hacer milagros; es decir, no encuentra la fe, se ha perdido. Aquellos que no creen, se han apropiado de ese menester diciendo “No necesito a Dios”.