El término proviene del latín páscae, que a su vez proviene del griego pasjua, una adaptación del hebreo pésaj, que significa “paso” o “salto”.
Forma parte de la Semana Santa donde el Viernes Santo se conmemora la crucifixión de Jesús y el domingo se celebra su resurrección y primera aparición a sus discípulos.
Es una fiesta móvil, que varía cada año y no se fija en relación con el calendario civil, sino que se ubica después de la primera luna llena (en el hemisferio norte, en el inicio de la primavera).
Aunque remite, principalmente, a la fiesta de la Resurrección, también es llamada Pascua florida, que es usado asimismo para referirse a otras tres celebraciones cristianas: la Navidad (25 de diciembre), Epifanía o Adoración de los Magos (6 de enero) y Pentecostés, la venida del Espíritu Santo (cincuenta días después de la Resurrección).
Los primeros cristianos, que eran judíos, celebran la Resurrección a la par cronológica de la Pascua judía, hasta que el primer Concilio de Nicea (en el 325 d. C.) separa la celebración cristiana de la judía, conservando el carácter móvil, recordando que Cristo resucita en la Pascua hebrea.
Popularmente, los símbolos de esta celebración son los huevos y el conejo, que se pueden interpretar como representativos de la resurrección, la nueva vida y la vitalidad de Jesús.
El huevo simboliza la nueva vida que está por nacer, y si se decora con colores alegres es presagio de una existencia feliz. El conejo es elegido en el hemisferio norte, donde es interpretado como signo de fertilidad.
La tradición de los huevos se inicia en la Europa medieval, debido a que los católicos que cumplen con la abstinencia en Cuaresma no podían comer, entre otras cosas, huevos ni productos lácteos (posteriormente, la Iglesia determinó que solo se debía abstener de la carne). Por lo tanto, guardaban huevos de gallina y de pava, y para mantenerlos frescos los bañaban con una fina capa de cera líquida y el día de la Pascua se reunían delante del templo de su ciudad, y los regalaban, especialmente, a los niños.
Con el tiempo se los comienza a decorar para augurar alegría y felicidad. Desde principios del siglo XIX, cuando la tradición ya está extendida por todo el mundo, se regalan huevos de chocolate. Y en la actualidad hasta el conejo pasó a ser de chocolate y los huevos decorados se rellenan con más dulces y sorpresas.
La verdad es que los huevos y el conejo son a la Pascua lo que el Viejo Pascuero a la Navidad. Que tengan una Feliz Pascua.
En Jesús, María y Pablo,
El Director