El término proviene del latín: quadragesima = cuadragésimo día (antes de la Pascua).
Es un tiempo de reflexión, penitencia y conversión espiritual. El color que indica la liturgia para este periodo es el morado, cuyo significado es penitencia y luto.
Se inicia con el miércoles de ceniza y finaliza antes de la Misa de la cena del Señor del jueves santo.
El número cuarenta, en la Biblia, designa convencionalmente los años de una generación: cuarenta años de permanencia del pueblo judío en el desierto (Núm 14, 34), cuarenta años de tranquilidad en Israel después de cada liberación completa por los Jueces (Jue 3,11-30; 5, 31, etc.), cuarenta años de reinado de David (2 Sa 5, 4). De ahí surge la idea de un periodo bastante largo, cuya duración exacta no se conoce: cuarenta días y cuarenta noches del diluvio (Gen 7, 4), la permanencia de Moisés en el Sinaí (Ex 24, 18); pero los cuarenta días del viaje de Elías (1 Re 19, 8) y el ayuno de Cristo (Mc 1,13) repiten, simbólicamente, los cuarenta años de Israel en el desierto.
La Cuaresma data desde el siglo IV, cuando surge la tendencia de constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia.
Tradicionalmente, los viernes de Cuaresma, el miércoles de Ceniza y el viernes Santo, por la normativa de la abstinencia, los católicos comen solo pescado y mariscos.
La explicación de esta costumbre tiene sus raíces en el Medioevo europeo: los pobres, que viven cerca del mar, ríos o lagos, acostumbran a pescar y guardar los pescados envueltos en sal para su conservación. En el Atlántico, el pescado más abundante, popular y barato es el bacalao (lo que, para nosotros los chilenos, podría ser el jurel), por lo que esta gente se alimenta, habitualmente, de bacalao fresco, seco o ahumado. Para los potentados medievales, comer pescado, en cualquiera de sus preparaciones, es de pobre. Los pastores de la Iglesia de esa época, recomiendan a los nobles, que en los días indicados, se alimenten como pobres: de allí viene la tradición de comer pescado.
La abstinencia es privación de comer carne, por lo tanto, en estas fechas, no es obligatorio comer pescado, sino alimentarse frugalmente, como pobres. El ayuno, por su parte, no se trata de no ingerir alimentos, sino comer menos cantidad, y lo que se ahorra, destinarlo a obras de caridad.
“Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 16-18).
La Cuaresma nos invita a convertirnos, a lograr un espíritu de pobres, comer como ellos y que el ayuno y la abstinencia nos hagan mejores cristianos. Esa es la idea.¡Feliz Pascua!
En Jesús, María y Pablo:
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