Madurando al niño interior es un libro que se puede abordar como un conjunto de reflexiones que invitan a mirar hacia el interior, pero también a descubrir y entender el porqué de muchas actitudes y rasgos que forman parte de la forma de ser de cualquier persona. A lo largo de la lectura de sus páginas, el texto va dirigiendo al lector hacia preguntas como: ¿qué es lo que hoy define el ser de una persona?, ¿cuáles son sus heridas y sus limitaciones? Y, más importante aún: ¿cómo descubrir el origen de aquello que hoy se manifiesta y cómo lo resuelvo?
Gabriela Salum vuelca en esta obra las experiencias que ha podido recoger en los retiros, ejercicios espirituales y talleres de sanación interior y exterior en los que ha participado. En cada uno de ellos ha podido percibir un punto en común para todos los problemas que afectan a las personas que necesitan ayuda y sanación: todos poseen un niño interior, que no ha madurado a la par de la edad cronológica y que, a lo largo de la vida, va acumulando miedos, rencores, inseguridades y dolores que limitan el pleno desarrollo personal. Es ese niño interior al que se dirige a lo largo de las páginas, motivando al lector a reconectarse con él, comprenderlo y acogerlo para luego, a la luz y guía del Espíritu Santo, proponer un camino de sanación personal que lo ayude a experimentar la libertad que Dios promete.
De este modo, cada capítulo desarrolla aspectos importantes para la vida del cristiano, como por ejemplo la conversión, el perdón, la misericordia, o las prisiones que nos rodean. Cada uno de ellos puede estar fuertemente marcado por experiencias personales que no han sido del todo resueltas, y que encuentran su origen durante la gestación o el embarazo, el momento del parto o el desarrollo infantil. Momentos en los que se pueden gatillar mecanismos de defensa que persisten hasta la vida adulta, de acuerdo al planteamiento de Salum. El rechazo a un hijo no deseado, la cercanía o lejanía de los padres, el asociar ciertas conductas con premios o castigos, pueden terminar en actitudes que, inconscientemente, provocan en las personas el hallar “la forma” de llenar esos vacíos, que no han sido resueltos o que derechamente han sido ignorados.
La autora propone madurar a “ese niño interior”, que coloca su historia personal en perspectiva y desde la oración la mira con misericordia y paz. Además, en sus páginas hay preguntas que motivan a entender y mirar los recuerdos -buenos y malos-, para poder descubrir la fuente de muchos comportamientos que, al verlos fuera de ese contexto, no tienen una aparente explicación. Dice Gabriela: el niño interior nos impide enfrentar con madurez y serenidad las dificultades que se nos presentan en algún momento de la vida. La autora invita a encontrar un camino de sanación y madurez, dejando atrás los pesares para experimentar con mayor plenitud la vida que Dios nos ha regalado.
Rodrigo Miranda Sánchez