Comenzó la homilía con dos sencillas frases en mapundungún: Mari, mari. Küme tünngun ta niemún. (“Buenos días. La paz esté con ustedes”). Citó a Grabiela Mistral y a Violeta Parra. Recordó a las víctimas de violaciones a los derechos humanos. Saludó a los pueblos originarios: rapanui, aymara, quechua, atacameños. Y entregó un mensaje simple, pero contundente, muy en línea también con lo que desarrolló en el Parque O’Higgins: construyamos paz, edifiquemos entendimiento, seamos artesanos de unidad, trabajemos en nuestras diferencias para construir el Küme Mongen: el buen vivir, tal como lo plantea la sabiduría milenaria del pueblo Mapuche.
Ante más de 130 mil personas, Francisco vertió conceptos de paz y unidad, recordando que, para lograrla, no se debe producir una integración forzada ni menos una marginación armonizada, sino que hay que provocar el encuentro entre dos partes que se necesitan. “La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás”, planteó. Recordó también que, a la luz del Evangelio, “la unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra”.
Además, el Papa manifestó que es fundamental escucharse y reconocerse, utilizando la solidaridad como el instrumento que ayuda a tejer la unidad . “Nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la deforestación de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad”, explicó.
Francisco fue claro también cuando planteó que no podía lograrse la unidad a través de cualquier medio, rechazando la violencia. “Una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que acaba cobrando vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia humana y división”, dijo, precisando que “la violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”.
“Debemos estar atentos a la elaboración de bellos acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados sí-y necesarios-, pero que al no volverse concretos terminan borrando con el codo, lo escrito con la mano. Esto también es violencia, porque frustra la esperanza”, continuó el Papa.
El Santo Padre exhortó a seguir el camino de la no violencia activa, reiterando la invitación a los presentes a ser gestores de paz y unidad: “busquemos y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad”.
Rodrigo Miranda Sánchez