SÁBADO 2
De la feria. Verde. Santa María en Sábado. Blanco.
LECTURA Dn 7, 15-27
Lectura de la profecía de Daniel.
Yo, Daniel, quedé profundamente turbado en mi espíritu, y las visiones de mi imaginación me llenaron de espanto. Me acerqué a uno de los que estaban de pie y le pregunté la verdad acerca de todo aquello. Él me habló y me hizo conocer la interpretación de las cosas. «Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que se alzarán de la tierra; y los Santos del Altísimo recibirán la realeza, y la poseerán para siempre, por los siglos de los siglos». Entonces quise saber la verdad acerca del cuarto animal, que era diferente de todos los demás, extremadamente terrible, y que tenía dientes de hierro y garras de bronce: el que devoraba, trituraba y pisoteaba el resto con las patas; y también acerca de los diez cuernos de su cabeza, y del otro cuerno que se había elevado y ante el cual habían caído tres; es decir, el cuerno que tenía ojos y una boca que hablaba con insolencia, y que parecía más grande que los otros. Yo miraba, y este cuerno hacía la guerra a los Santos del Altísimo y prevalecía sobre ellos, hasta que vino el Anciano, se hizo justicia a los Santos del Altísimo y llegó el momento en que los Santos entraron en posesión de la realeza. Él habló así: «En lo que respecta al cuarto animal, habrá sobre la tierra un cuarto reino, diferente de todos los reinos: él devorará toda la tierra, la pisoteará y la triturará. En cuanto a los diez cuernos, de este reino surgirán diez reyes, y otro surgirá después de ellos: será diferente de los anteriores y abatirá a tres reyes. Hablará contra el Altísimo y maltratará a los Santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos festivos y la Ley, y los Santos serán puestos en sus manos por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Pero luego se sentará el tribunal, y a ese rey se le quitará el dominio, para que sea destruido y aniquilado definitivamente. Y la realeza, el dominio y la grandeza de todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los Santos del Altísimo. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y le obedecerán». Palabra de Dios.
Comentario: Toda la simbología utilizada por el profeta no hace más que describir o confirmar que al final de los tiempos, el Reino de Dios será anunciado a los “hasidim” (santos de Dios). En esta oportunidad, el Mesías se identifica con “los santos de Dios”, por tanto, su mesianismo adquiere un carácter más colectivo, definitivo y eterno.
SALMO [Sal] Dn 3, 82-87
Todos los hombres, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Israel, bendice al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Servidores del Señor, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Espíritus y almas de los justos, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
ALELUIA Lc 21, 36
Aleluia. Estén prevenidos y oren incesantemente. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Aleluia.
LECTURA Lc 21, 34-36
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida: Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Palabra del Señor.
Comentario: La actitud de vigilancia ha de interpretarse en clave de “perspectiva presente”. No se trata de esperar la “llegada de Dios” o “de la muerte”. Lo que realmente interesa es que vivamos ajustados a las exigencias de Dios. El fin del mundo no es, por tanto, ningún tipo de mañana; es saber que somos limitados, que podemos estar abiertos a estas exigencias y ser hombres de Dios o perdernos en nuestro propio pecado o muerte.