De la feria. Verde. San Luis, rey de Francia (ML). Blanco. San José de Calasanz, p. (ML). Blanco.
LECTURA Rt 1, 1-8. 14-16. 22
Lectura del libro de Rut.
Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. El hombre se llamaba Elimélec; su esposa, Noemí; y sus dos hijos, Majlón y Quilión. Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos. Estos se casaron con mujeres moabitas –una se llamaba Orpá y la otra Rut– y así vivieron unos diez años. Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo. Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento. Mientras regresaban al país de Judá, Noemí dijo a sus nueras: “Váyanse, vuelvan cada una a la casa de su madre. ¡Qué el Señor tenga misericordia de ustedes, como ustedes la tuvieron con mis hijos muertos y conmigo!”. Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado. Noemí le dijo: “Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella”. Pero Rut le respondió: “No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Rut, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada. Palabra de Dios.
Comentario: Las tensiones entre los moabitas e israelitas son una voz de alerta para los hombres y mujeres que viven el problema de la emigración, como también un ejemplo de cómo superar los conflictos culturales y religiosos a los cuales se enfrentan a la hora de “convivir” con aquellos que piensan y viven distinto.
SALMO Sal 145, 5-10
R. ¡Alaba, alma mía, al Señor!
Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob y pone su esperanza en el Señor, su Dios: él hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. R.
Él mantiene su fidelidad para siempre. Hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados, el Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
ALELUIA Sal 24, 4. 5
Aleluia. Señor, enséñame tus senderos, guíame por el camino de tu fidelidad. Aleluia.
EVANGELIO Mt 22, 34-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”. Palabra del Señor.
Comentario: Para Jesús, el amor a Dios radica en la forma de cómo nos relacionamos con nuestro prójimo, pues allí está la base fundamental para aseverar si realmente amamos. No podemos pretender o decir amar a Dios si no respetamos sus mandamientos, sobre todo cuando aquellas normas tienen como eje principal buscar siempre el bien del prójimo.