19º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año. Semana 3ª del Salterio.
¡Soy yo, no teman!
Los discípulos de Jesús se ven obligados a enfrentar una situación peligrosa, las olas golpeaban la barca y la sacudían. Es una realidad que describe una existencia atormentada por la hostilidad de las dificultades internas como externas. No obstante, Jesús resucitado está con ellos y los asiste. Aunque debieron acostumbrarse al hecho de que él no estuviera en forma visible y sensible. “Forma” que hoy como cristianos también debemos asumir y, si verdaderamente, confiamos en él, no podemos dudar de su ayuda y cercanía.
Tres aspectos para destacar: primero, el ideal de participación es confiado a los que lo siguen; él nos invita a continuar su obra. Segundo, los discípulos tienen que atravesar el mar. Somos una comunidad en misión, con dificultades, y tenemos que responder ante las exigencias del anuncio; tercero, los discípulos son enviados a la otra orilla del lago; debemos comunicar a Jesús allí donde no se conoce, se ignora o no se ama.
Y el viento era contrario… es una situación que denota la fragilidad de la barca, que sucumbe ante la oscuridad y los desafíos que enfrenta la comunidad cristiana. El contexto social y eclesial que vivimos como Iglesia nos lleva a ser prudentes, ante tantas situaciones de escándalo que han menoscabado la estabilidad y la credibilidad de la Iglesia. No podemos titubear y perturbar nuestra fe. Sabemos que el Espíritu Santo asiste a la Iglesia y la sostiene; por lo tanto, mirarla con benevolencia nos ayudaría a entender las miserias del corazón.
Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? La duda de Pedro es lo opuesto al riesgo ante los desafíos. No es el riesgo que lo hace hundir, sino esa duda que atemoriza y paraliza. Por eso, al participar de la vida de Jesús y de su proyecto, nos empapamos de valor para superar los desafíos y obstáculos, sin pretender –como algunos? que las cosas se resuelvan por medio de un milagro. No es que no existan, sino que habrá que esperarlo, en medio de la duda, hasta que hayamos hecho todo lo que esté de nuestra parte. Este es el gran acto de fe, que debemos hacer como “creyentes”: ser hijos de Dios que, aun en las tinieblas, seguimos a Jesús, convencidos de que él nos ama y acompaña.
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, Mt 14, 31.
P. Fredy Peña T., ssp
1ª LECTURA 1Rey 19, 9. 11-13
Lectura del primer libro de los Reyes.
Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Palabra de Dios.
Comentario: Elías, el impetuoso y fogoso, descubre al Señor en una brisa tenue, en un susurro apenas audible. Y aunque Elías sea una voz única y tenue podrá mediar la presencia del Señor, incluso si lo persiguen o quieren matar. Por eso, en cada circunstancia, es necesario que el Espíritu Santo nos dé el discernimiento para reconocer por dónde y cómo pasa Dios.
SALMO Sal 84, 9-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán; la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La justicia irá delante de él, y la paz, sobre la huella de sus pasos. R.
2ª LECTURA Rom 9, 1-5
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén. Palabra de Dios.
Comentario: “La Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los patriarcas, Moisés y los profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos están incluidos en la vocación del mismo patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de la esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo con quien Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer la Antigua Alianza” (DECLARACIÓN “NOSTRA AETATE” DEL CONCILIO VATICANO II).
ALELUIA Sal 129, 5
Aleluia. Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Aleluia.
EVANGELIO Mt 14, 22-33
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. “Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”. Palabra del Señor.
Comentario: Al caminar por las aguas, Jesús se revela a los discípulos como el Hijo de Dios. Y los pone a prueba, pero Pedro cree más en el milagro que en la propia palabra del Maestro. La actitud de Pedro también es la del creyente, que camina hacia Jesús entre la duda y la certeza. Dios nos garantiza su ayuda por medio de su palabra, pero siempre corremos el riesgo de creer más en nuestras propias fuerzas que en las de Jesús.