Domingo 5º de Cuaresma. Morado.
Semana 1ª del Salterio. No se dice Gloria. Credo. Prefacio de cuaresma.
Jesús frente a la amistad y a la muerte
Para ir hasta la casa de sus amigos en Betania, Jesús tiene que vencer la hostilidad de la región y la de sus discípulos que en ese viaje exponen la vida. Pero Lázaro lo pone frente al dolor y al amor, las dos fuerzas que rigen el corazón del hombre. Jesús se siente invadido por los sentimientos: se emociona, se conmueve y llora.
De Lázaro no sabemos mucho. El evangelio lo define como el amigo, hermano de sus amigas Marta y María. Amigo es uno de los nombres de Dios y una palabra reveladora del evangelio: “No lo llamo más siervos, sino amigos”. La amistad es la coraza que nos defiende, el mayor tesoro que ni la muerte puede vencer.
Para Lázaro, Jesús pronuncia las palabras más importantes del evangelio. “Yo soy la resurrección y la vida”. Nosotros revivimos cuando salimos airosos de una situación delicada de salud, económica o de un accidente… Nos sentimos vivos, pero no somos la vida, mucho menos, la resurrección. Jesús tiene esos regalos para sus amigos y así se lo hace entender a las dos hermanas, que, con delicadeza y no reprochándolo, le dicen que llegó después de la muerte. Sus enemigos, en cambio, lo agreden por no haber hecho un milagro, como muchos, hoy en día, que hacen a Dios responsable de todos los males del mundo y, especialmente, de sus propias complicaciones.
Al reproche de las amigas, Jesús responde que Lázaro resucitará. Ellas creen en la futura resurrección, pero Jesús insiste en la vida y va al encuentro de la muerte que envuelve a Lázaro en la tumba… Han pasado días, y puede provocar repugnancia. La amistad es más fuerte, levantan la piedra, y el amigo pronuncia tres palabras: “Ven afuera”, “Desátenlo”, “Camina”.
Lázaro vuelve a la familia y con el amigo… El enemigo de la muerte no es la vida, sino el amor que siempre la vencerá, como en la cruz.
“Yo soy la Resurrección y la Vida.. y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25).
P. Aderico Dolzani, ssp.
1ª LECTURA Ez 37, 12-14
Lectura de la profecía de Ezequiel.
Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que Yo soy el Señor. Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré. Palabra de Dios.
Comentario: El texto es un claro paralelo con la creación del ser humano en el capítulo segundo del Génesis, cuando Dios sopla en la nariz del hombre su propio aliento, y así el barro se convierte un ser viviente.
SALMO Sal 129, 1-5. 6-8
R. En el Señor se encuentra la misericordia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor. R.
Porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
2ª LECTURA Rom 8, 8-11
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Palabra de Dios.
Comentario: Si el Espíritu está en nosotros, Cristo está en nosotros. Él habita en el corazón por la fe. La gracia en el alma es su nueva naturaleza. Los creyentes tenemos el deber de vivir conforme al espíritu.
ACLAMACIÓN Jn 11, 25. 26
“Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí no morirá jamás”, dice el Señor.
EVANGELIO Jn 11, 1-45
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, el que tú amas, está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: “Volvamos a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?”. Jesús les respondió: ¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él”. Después agregó: “Nuestro amigo Lázaro duerme, pero Yo voy a despertarlo”. Sus discípulos le dijeron: “Señor, si duerme, se sanará”. Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo”. Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: “Vayamos también nosotros a morir con él”. Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aún ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”. Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: “El Maestro está aquí y te llama”. Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que ésta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?”. Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás”. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: “¡Cómo lo amaba!”. Pero algunos decían: “Éste que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?”. Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del difunto, le respondió: “Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto”. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado”. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: “¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo para que pueda caminar”. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en Él. Palabra del Señor.
Comentario: La resurrección de Jesús, nos da la certeza de su gracia, tanto antes como después de nuestra muerte. Jesús nos ofrece una vida nueva ahora y al final del camino.