Domingo II de Cuaresma. Morado.
No se dice Gloria. Credo. Prefacio propio. Semana II del Salterio.
Una luz brillante en Cuaresma
A la montaña la luz llega antes por la mañana y se va más tarde al final del día, está más cerca del cielo que las llanuras y es idealizada como el lugar de encuentro con Dios. El Antiguo Testamento recuerda las montañas de Moisés, Elías, Eliseo…
Jesús pasa del desierto a la luz de la montaña, de las tentaciones a la transfiguración. El camino de Cristo es el de todo discípulo: una senda ascendente y liberadora porque la luz de Dios atraviesa las tinieblas de las tentaciones y los falsos ideales. Pero primero hay que atravesar las tentaciones sin traicionar a Dios que nos ama. Entonces, se manifestarán su belleza y su energía que nos darán la sabiduría para ver y entender y la capacidad de amar.
Jesús se transfiguró delante de ellos: su rostro brilló como el sol, y sus vestiduras cándidas, como la luz. Es una descripción de la infinita belleza de Dios, suma simplicidad, imposible para el hombre. Es la belleza en sí misma, no es necesario hacer nada: simplemente contemplar para ser feliz.
Esto les sucedió a los discípulos que, extasiados, expresaban las incongruencias propias de quien va más allá de los límites humanos y proponen levantar carpas para los personajes que los hacen felices. Cuando somos realmente felices no pensamos en nosotros porque ya no necesitamos nada, solo que ese momento no pase nunca y se eternice.
Este momento de luz en el camino de la cuaresma y en las luchas que nos impone la vida nos habla de Dios y de cómo obra en nosotros. Para acercarnos al Señor transfigurado, debemos dejar la llanura del egoísmo, de mirarnos a nosotros mismos y subir a la montaña de la caridad, un camino que requiere esfuerzo y paciencia porque necesitamos tiempo para llegar a la cima.
Hoy Cristo se transfigura y quiere que nos transfiguremos con él en una vida santa.
“su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”, (Mt 17, 2).
P. Aderico Dolzani. ssp.
1ª LECTURA Gn 12, 1-4
Lectura del libro del Génesis.
El Señor dijo a Abrám: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado. Palabra de Dios.
Comentario: “Deja tu país” es una ruptura. Aquí tenemos una demostración clara de lo que es la fe: dejar aquello en donde estábamos seguros y jugárnosla por una propuesta que nos invita a lo desconocido.
SALMO Sal 32, 4-5. 18-20. 22
R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.
La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
2ª LECTURA 2Tim 1, 8-10
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia. Palabra de Dios.
Comentario: Pablo transmite a Timoteo su propia energía, la certeza de haber sido elegidos por Dios, las consecuencias de ese seguimiento, pero también le recuerda tanto el amor de Dios como sus promesas.
ACLAMACIÓN Cfr. Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.
EVANGELIO Mt 17, 1-9
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”. Palabra del Señor.
Comentario: La transfiguración es como una voz del cielo que, sin alterar el curso de los acontecimientos, entrega un mensaje que se comprenderá más tarde.