Domingo 1º de Cuaresma. Morado.
No se dice Gloria. Credo. Prefacio propio. Semana 1ª del Salterio.
Las tentaciones de Jesús son las nuestras
Meditando las tentaciones de Jesús, sentimos que es un llamado a examinar nuestras opciones de vida. Sus tentaciones son las nuestras y tocan todas nuestras actividades y sentimientos.
La primera tentación nos pide revisar nuestra relación con nosotros mismos y con la ilusión que puede deslumbrarnos: los bienes pueden llenarnos el corazón de felicidad. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”: así desafió a Jesús para que use su omnipotencia para satisfacer sus necesidades… Pan, comida, bebida, casa… Jesús redobla la apuesta: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de la palabra de Dios”. Describe así que nuestra hambre profunda tiene una dimensión espiritual incolmable.
La segunda tentación es un desafío a Dios. Lo que parece un acto de fe es la caricatura de un Dios al servicio de nuestros caprichos: “Tírate y cree en un milagro, y Dios te salvará”. No podemos ser orgullosos de la fe que creemos tener. Dios no nos da todo lo que queremos o deseamos, sino lo que es bueno para nuestro bien como personas creadas a su imagen y semejanza. Es nuestro Padre, no nuestro padrino rico.
La tercera tentación pone en relieve nuestras relaciones con los demás que sufren nuestras ambiciones de poder y de fama: “Adórame y te daré todo el poder del mundo”. El diablo pone a nuestra disposición el supermercado de la gloria que no le pertenece, mientras Dios nos ofrece directamente sus dones, que es él mismo. El diablo nos hace creer que es imposible cambiar el poder del mal con la cruz y que es él quien puede realmente modificar el curso de la historia. Cuando se quieren resolver los problemas en una mesa de negociación entre el bien y el mal, el que sale perdiendo es el más débil, nosotros.
Hoy Jesús es tentado y nos enseña a vencer.” Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”, Mt 1, 11.
P. Aderico Dolzani, ssp.
1ª LECTURA Gn 2, 7-9; 3, 1-7
Lectura del libro del Génesis.
El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol del conocimiento del bien y del mal. La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?”. La mujer le respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte’”. La serpiente dijo a la mujer: “No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera. Palabra de Dios.
Comentario: El ser humano, en general, siempre sucumbirá ante la posibilidad de acceder al poder. Lo importante es saber distinguir entre el poder como servicio o para enriquecerse materialmente y convertirse en corrupto.
SALMO Sal 50, 3-6. 12-14. 17
R. ¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
2ª LECTURA Rom 5, 12-19
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir. Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas. En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia. Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos. Palabra de Dios.
Comentario: Pablo demuestra que estamos condicionados por una doble dimensión: en Adán, somos pecadores y en Cristo somos reconciliados. Dios creó el mundo y lo visitó para salvarnos como un todo, unidos a Cristo.
ACLAMACIÓN Mt 4, 4
El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
EVANGELIO Mt 4, 1-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: ‘El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra’”. Jesús le respondió: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’”. El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto’”. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús conoció la duda y la ausencia de Dios (recordemos Getsemaní) y, a pesar de su condición divina, es probado en todo como nosotros. Pero sale airoso por su confianza en el Padre que lo da todo por su Hijo.
BENDICIÓN SOLEMNE
Puede impartirse la Bendición solemne para la Cuaresma:
Dios, Padre misericordioso, les conceda, como al hijo pródigo, el gozo de volver a la casa paterna. R. Amén.
Cristo, modelo de oración y de vida, los guíe a la auténtica conversión del corazón, a través del camino de la Cuaresma. R. Amén.
El Espíritu de sabiduría y de fortaleza los sostenga en la lucha contra el maligno, para que puedan celebrar con Cristo la victoria pascual. R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo † y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. R. Amén.