Tres son los ejes que aborda el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de este año: “El otro es un don”, “El pecado nos ciega” y “La Palabra es un don”. Sobre esas ideas, y tomando siempre como referencia la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro, el Santo Padre reflexiona en torno a cómo podemos lograr una sincera conversión y a cómo debemos comportarnos para alcanzar la verdad felicidad y la Vida eterna, sobre todo, considerando que la Cuaresma es el tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu.
Dice el Papa: “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar”.
A través del mensaje, Francisco invita a reconocer el valor del otro, abriendo el corazón a los demás. “Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido”, dice.
Recordando a Pablo, el texto continúa explicando que la codicia es la fuente de todos los males. “El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz”, señala.
Sin embargo, el Papa es claro al señalar que el verdadero problema del rico en la parábola es que no es capaz de prestar oído a la Palabra de Dios, situación que lo lleva a no amar al Señor y despreciar al prójimo. Para Francisco, “la Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.
Al finalizar su mensaje, el Santo Padre invita a todas las personas a renovarse durante el tiempo de Cuaresma, encontrando a Cristo en su Palabra, los sacramentos y en el otro. Exhorta también a “todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua”.
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