San Ignacio de Antioquía, o. y mr. (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: Flp 3, 17-4, 1; Sal 33, 2-9; Jn 12, 24-26.
Semana 29ª durante el año – Semana I del Salterio.
Reseña: Nace en Antioquía, Siria, siendo discípulo del apóstol san Juan. Fue el segundo sucesor de Pedro como obispo de Antioquía, por 40 años. Le tocó morir en el circo romano cuando el emperador Trajano, en el año 117, quiso que los cristianos dieran un espectáculo luchando contra las fieras. En el camino a Roma escribía a sus comunidades: “Yo soy trigo de Dios y soy masticado por los dientes de las fieras, para convertirme en pan puro de Cristo”. Se lo reconoce como Doctor de la Iglesia.
LECTURA Éf 2, 1-10
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquéllos que se rebelan. Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo nuestra concupiscencia y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con Él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos. Palabra de Dios.
Comentario: Dios nos destinó para que vivamos con él. Quien hace el mal se distancia de su presencia y, para Pablo, esto significa estar muertos (vivir en pecado). Solo por su misericordia podemos recuperar la vida de gracia y revivir, en Cristo Jesús. ¿Hemos renacido en Cristo o vivimos alejados de Dios?
SALMO Sal 99, 1-5
R. El Señor nos hizo, a Él pertenecemos.
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta Él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a Él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entren por sus puertas dando gracias, entren en sus atrios con himnos de alabanza, alaben al Señor y bendigan su Nombre. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.
ALELUIA Mt 5, 3
Aleluia. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluia.
EVANGELIO Lc 12, 13-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Uno de la multitud dijo a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?». Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas». Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios». Palabra del Señor.
Comentario: Que el regreso del Señor no nos encuentre solo preocupados por buscar y asegurar los tesoros temporales, buenos, pero no por ello los más necesarios. Siempre se corre el riesgo de aferrarse a lo tangible (propiedades, cargos, personas, etcétera) y olvidarnos del Dios vivo y verdadero, y de ser solidarios con los más necesitados.