5º de Cuaresma. Morado.
Credo. Prefacio de Cuaresma.
Toda la miseria y toda la misericordia
Los escribas y fariseos habían condenado a una pecadora sorprendida cometiendo un adulterio. Antes de ejecutar la sentencia, la llevan a la presencia de Jesús para tenderle una trampa mortal preguntándole si había que apedrearla o no.
Si decía que sí, se contradecía con sus enseñanzas de misericordia con los pecadores; si decía que no, se ponía en contra de la Ley y se condenaba frente a todos.
Jesús no responde… solo escribe en el polvo del suelo recordando así lo dicho por Jeremías: “los que se apartan de ti serán escritos en el polvo”.
No se opone a la sentencia y respondiendo a su insistencia les recuerda que los testigos oculares deben ser los primeros en lanzar las piedras… Y sigue escribiendo en el polvo, para invitarlos a una decisión libre y sincera que exige un corazón puro y no solo el conocimiento de la Ley.
Los que estaban listos para la ejecución se sienten descubiertos y se alejan de a poco, comenzando por los más viejos, quizás más sensibles a interpretar el mensaje de Jesús, que los jóvenes fariseos más deseosos de hacerse méritos frente al pueblo.
Con mucha simplicidad, el Señor hace ver que no puede un pecador condenar a otro.
Cuando quedan solos los dos se manifiesta la misericordia de Dios frente a la miseria de quien no puede negar su pecado. La pobre mujer no oculta su situación ni hace promesas de una vida virtuosa en el futuro. Jesús la salva y, la perdona y es él el que le pide que se vaya y no peque más.
Así es el amor de Dios: a cuanto más pecado y miseria más perdón, pero al mismo tiempo una invitación a seguirlo en el amor.
Hoy contemplamos toda la miseria y toda la misericordia en un solo cuadro. Nos falta solo ponernos en el lugar de la mujer y dejar que el Señor haga el resto.
“Vete, no peques más en adelante” (Jn 8, 11).
P. Aderico Dolzani, ssp.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 42, 1-2
Hazme justicia, Señor, y defiende mi causa contra la gente sin piedad: líbrame del hombre falso y perverso, Señor, porque tú eres mi Dios, mi fortaleza.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: El quinto domingo de Cuaresma nos invita a confrontar si estamos condenando a los demás, sin mirar primero nuestros pecados. Jesús, el rostro de la misericordia del Padre, no vino a condenar a nadie, sino para salvarnos de cuanto nos aparta de Dios y del prójimo.
LECTURA Is 43, 16-21
Guía: El profeta relata las hazañas que, en el pasado, hizo el Señor. Con esto, exhorta al pueblo a creer que hará lo mismo por ellos.
Lectura del libro de Isaías.
Así habla el Señor: el que abrió un camino a través del mar y un sendero entre las aguas impetuosas; el que hizo salir carros de guerra y caballos, todo un ejército de hombres aguerridos; ellos quedaron tendidos, no se levantarán, se extinguieron, se consumieron como una mecha. No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas; Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa. Me glorificarán las fieras salvajes, los chacales y los avestruces; porque haré brotar agua en el desierto y ríos en la estepa, para dar de beber a mi Pueblo, mi elegido, el pueblo que Yo me formé para que pregonara mi alabanza. Palabra de Dios.
SALMO Sal 125, 1-6
R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
2ª LECTURA Flp 3, 8-14
Guía: Pablo tiene certeza que Dios nos salva por Cristo, sin la mediación de nuestros méritos por solo cumplir la Ley.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.
Hermanos: Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él, no con mi propia justicia –la que procede de la Ley– sino con aquélla que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré conocerlo a Él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a Él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos. Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Jl 2, 12-13
“Vuelvan a mí de todo corazón, porque soy bondadoso y compasivo”, dice el Señor.
EVANGELIO Jn 8, 1-11
Guía: Le traen a Jesús una mujer sorprendida en adulterio, argumentando cuánto manda la Ley de Moisés. El Maestro les plantea un argumento que supera la Ley, apelando a la conciencia de cada uno.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno –le dijo Jesús–. Vete, no peques más en adelante”. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Junto al pan y al vino, llevamos al altar nuestras preocupaciones con la intención de aprender el camino suave y ágil que nos prometió Jesús.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con Jesús es un anticipo de nuestra futura resurrección, donde ya habremos vencido el pecado y la muerte.
DESPEDIDA
Guía: Luego de participar de esta celebración, regresamos a nuestras casas dispuestos a mirar los pecados ajenos, con otros criterios, aquellos que se inspiran en el amor y la misericordia.