3° de Adviento. Morado. Rosado.
Credo. Prefacio de Adviento.
No se dice Gloria.
No ha nacido hombre más grande
Varias veces en el año, la Iglesia nos presenta la figura de Juan el Bautista, cosa que no sucede con otros santos, porque Juan es un gran hombre y un gran santo. En su tiempo, había muchos hombres grandes, no solo por estatura física o edad, sino también por poder, por ciencia, por riqueza… Herodes, Pilato, César, los fariseos, los sumos sacerdotes, ellos eran los grandes del momento.
Hoy en día, hay muchos hombres y mujeres importantes en todos los ambientes sociales, políticos, científicos, religiosos, ricos, influyentes, de variado origen y con muchos intereses y honores.
En el tiempo de Juan, Jesús lo definió el más grande en absoluto. Pero no todos se daban cuenta de la estatura de Juan y se dejaban deslumbrar por la imagen de otros grandes.
En nuestra época, también existen grandes hombres y mujeres que no nos obligan a seguirlos por su poder, sino por su autoridad moral, porque son un ejemplo. Nos sentimos felices de seguirlos por su autoridad espiritual; porque nos llevan a una profunda dimensión religiosa sin enrolarnos en su círculo; por su capacidad de liderazgo nos guían sin oprimirnos. Son los santos de hoy. No solamente los que, cada tanto, se destacan en los medios de comunicación, sino, además, los santos anónimos que viven a nuestro alrededor, capaces de actos de caridad y solidaridad heroicos, que quiebran las cadenas de violencia y de odio, o los espirales de hambre y miseria que aquejan a tantos necesitados.
Pero puede suceder que no los veamos, que no nos demos cuenta de su presencia. Quizá, puedas pensar que esta reflexión es solo teórica. Cuidado, te puede estar ocurriendo lo que le pasó a muchos contemporáneos de Juan y de Jesús. Se deslumbraron por los personajes importantes de su tiempo y no pudieron percibir a los grandes que vivían a su lado, los más grandes que hubo desde la creación y que no serán superados jamás.
“No ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista” (Mt 11, 11).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Guía: Toda la liturgia de hoy está dominada por la alegría y la paciencia. Dios quiere la felicidad de sus hijos, pero les exige que se abran a ella con obras de paciencia y de esperanza.
Guía: A los hombres desesperanzados, el profeta anuncia que el Señor vendrá a salvar y que un signo de su presencia será la sanación de todas las enfermedades.
Lectura del libro de Isaías.
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos». Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios.
R. Señor, ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
2ª LECTURA Sant 5, 7-10
Guía: Es una exhortación a la paciencia y a tener alto el ánimo, porque la venida del Señor está cerca.
Lectura de la carta de Santiago.
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en Nombre del Señor.
Palabra de Dios.
Aleluia. El Espíritu del Señor está sobre mí, él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluia.
Guía: Hoy se nos plantea una pregunta: ¿Eres tú el que debe venir…? Jesús responde con las obras. Nuestra respuesta será tomar partido por Jesús, pero de forma concreta.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anuncia da a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!» Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él».
Palabra del Señor.
Guía: “Dios ama al que da con alegría” y no le gusta lo que se le ofrece con desgano. Es el momento de recordarlo mientras hacemos el ofrecimiento del pan, del vino y de otros dones.
Guía: El recibir a Cristo y saber que viene a estar con nosotros, es manantial de alegría, pero también nos compromete a llevar una vida digna.
Guía: Reconfortados con la palabra de Dios y con la fuerza del sacramento, vayamos a anunciar y testimoniar que Cristo ha venido, viene pronto, viene siempre.