Hoy la Palabra de Dios tiene como tema principal la oración, más aún, “la necesidad de orar siempre sin desfallecer” (Cfr. Lc 18, 1), como dice el evangelio. Seguimos acompañando a Jesús en su viaje hacia Jerusalén, hacia la consumación –en la obediencia al Padre– de su misión. Sigue Lucas llevándonos por la senda de la “fe”, pedida por los Apóstoles, encarnada por el leproso samaritano, refigurada en la insistente oración de la viuda del evangelio, cuestionada en su “sobrevivencia” por el mismo Jesús.
La fe es la fuerza que en silencio, sin hacer ruido, cambia el mundo y lo transforma en el Reino de Dios, y la oración es expresión de la fe. Cuando la fe se colma de amor a Dios, reconocido como Padre bueno y justo, la oración se hace perseverante, insistente; se convierte en un gemido del espíritu, un grito del alma que penetra en el corazón de Dios. De este modo, la oración se convierte en la mayor fuerza de transformación del mundo.
Ante realidades sociales difíciles y complejas, como lo era la que vivían las viudas en los tiempos de Jesús, es preciso reforzar la esperanza, que se funda en la fe y se expresa en una oración incansable. La oración es la que mantiene encendida la llama de la fe.
Esa fe que, así como nos dice el papa Francisco en su mensaje para la celebración de este 87º Domingo Universal de Misiones, “es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. ¡Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación! Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia”.
CONAMI
Jesús cada domingo nos convoca para celebrar su entrega por nosotros. Cada celebración es una llamada que Jesús nos hace para que su salvación llegue a todos los hombres. Ser cristiano es ser testigo y ser misionero.
Hoy celebramos el Domingo Universal de Misiones, y la Iglesia nos invita a fijarnos en los misioneros que, en todo el mundo, son testigos y mensajeros del evangelio. Solidaricemos con ellos a través de la oración y la caridad.
Los brazos elevados de Moisés hacen pensar en los de Jesús en la cruz. Su lucha, sus manos alzadas hacia el Padre y extendidas sobre el mundo piden otros brazos, otros corazones que sigan ofreciéndose con su mismo amor.
Lectura del libro del Éxodo. Los amalecitas atacaron a Israel en Refidim. Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios». Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec. Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor.
Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.
Él no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. R.
El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche. R.
El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. Él te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre. R.
Timoteo es exhortado por san Pablo a permanecer fiel a la Palabra de Dios y a anunciarla en toda ocasión.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo. Querido hijo: Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien. Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. La Palabra de Dios es viva y eficaz, discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Aleluia.
Más allá de la injusta resistencia del juez, la caridad se traduce en el gesto de justicia hacia la viuda que implora.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”». Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Cuando la fe se colma de amor a Dios, reconocido como Padre bueno y justo, la oración se hace perseverante, insistente; se convierte en un gemido del espíritu, un grito del alma que penetra en el corazón de Dios. De este modo, la oración se convierte en la mayor fuerza de transformación del mundo. Ante realidades sociales difíciles y complejas, como lo era la que vivían las viudas en los tiempos de Jesús, es preciso reforzar la esperanza, que se funda en la fe y se expresa en una oración incansable. La oración es la que mantiene encendida la llama de la fe.
M. La oración de nuestra comunidad, en este Domingo Universal de Misiones, ayuda a los misioneros y misioneras a anunciar con eficacia el evangelio de salvación a todos los hombres.
1.- Para que nuestros pastores, sean siempre fieles interpretes de la Palabra de Dios y guías seguros al testimonio cristiano de la comunión y la caridad para con todos los hombres, oremos. R.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Para que el Señor, conceda a nuestras Iglesias locales crecer en generosidad y colaboración para con las jóvenes Iglesias de los países de misión, oremos. R.
3.- Para que nuestra oración personal y comunitaria, sostenga a nuestros misioneros y misioneras chilenos que en todo el mundo anuncian el evangelio, oremos. R.
4.- Para que abramos nuestro corazón a las necesidades de la Misión y nos comprometamos a gestos de concreta solidaridad, oremos. R.
5.- Para que todos los misioneros que han dado su vida por el anuncio del evangelio y todos nuestros hermanos difuntos, puedan contemplar eternamente el rostro del Padre, oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Te damos gracias, o Padre, por el don de la fe. Haznos experimentar la urgencia de compartir este don con quienes aun no te conocen, en comunión espiritual y material con todos los misioneros, hasta los confines del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Te adoramos, Padre, y te bendecimos con todo nuestro ser, porque nos das cada día lo que, con filial confianza, te pedimos.
R. Bendito seas, Dios nuestro.
1.- Porque has querido llamarnos hijos tuyos y escuchar nuestras oraciones. R.
2.- Porque has querido hacernos justicia en todas nuestras necesidades y aflic-ciones. R.
3.- Porque nunca abandonas a los que se confían plenamente a ti. R.
M. En el espíritu filial y confiado de Jesucristo oramos diciendo: Padre nuestro…
Somos un pueblo que camina/ Tomad Señor y recibid/ Mensajero de la Paz/ Canción del misionero/ Envíanos, Señor/ Gracias, María.