2º de Pascua. De la Divina Misericordia.
Gloria. Secuencia. Credo. Prefacio pascual.
Domingo de Cuasimodo.
La paz esté con ustedes
El Señor resucitado traspasa las puertas cerradas porque los discípulos tienen miedo y entra en la sala. Los saluda con “Shalom”, “la paz esté con ustedes”. Donde hay miedo no hay paz, ni alegría, ni buenas relaciones, y, menos aún futuro. Shalom es un deseo de paz que es mucho más que falta de peleas. Es como decir a un ser querido que lo queremos tanto que nuestro corazón necesita que sea profundamente y totalmente feliz.
El ambiente de los discípulos cambia totalmente porque reciben la alegría que les comunica el Señor resucitado. Ya no se sienten solos ni huérfanos. El Señor los envía como el Padre lo envió a él: a comunicar la paz, el Shalom, a todo el mundo y en todos los tiempos para que nosotros hoy podamos experimentar esa misma felicidad.
Pero falta uno: Tomás. A él le cuesta convencerse de que Jesús ha resucitado y tampoco le cree a sus hermanos. Como a nosotros nos cuesta reconocerlo presente en su pueblo, en medio de tantas incoherencias y pecados. Tal vez, nos gustaría tener esa experiencia cercana de Tomás… sin embargo felices nosotros que podemos creer sin haber visto.
Al fin, Tomás se rinde y hace una de las profesiones de fe más fuertes que se conozcan: “(Tú eres) Señor mío y Dios mío”. Él también es inundado con la paz y enviado a comunicarla a todo el mundo.
Hoy sentimos la necesidad de una Iglesia misionera, de comunidades que lleguen hasta los más alejados. Pero hablar de comunidades misioneras es más bien una teoría. La realidad y las urgencias pastorales nos dicen que nosotros tenemos que ser los misioneros. Si no pasamos por la experiencia pascual de recibir la paz del Señor, no podernos ser capaces de misionar porque no nos sentiremos enviados. Podremos ser empleados o burócratas del Reino…
En cada eucaristía, en cada día, en cada momento, podemos profesar nuestra fe como Tomás: “Señor mío y Dios mío”, y la paz del Señor resucitado nos bendecirá.
Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: La liturgia de hoy nos llama la atención sobre un hecho significativo: el Señor resucitado se hace presente en la asamblea dominical, máxima expresión de la comunidad cristiana.
1ª LECTURA Hech 2, 42-47
Guía: En la lectura se nos relata la vida de la primitiva comunidad cristiana: asidua a la palabra de Dios, a la eucaristía y viviendo la comunión de los bienes.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquéllos que debían salvarse.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
O bien: Aleluya
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.
Me empujaron con violencia para derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda. El Señor es mi fuerza y mi protección; Él fue mi salvación. Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
2ª LECTURA 1Ped 1, 3-9
Guía: Pedro exalta la bondad de Dios que nos ha devuelto el don de la fe, haciéndonos experimentar así el gozo de poder salvarnos.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO
Aleluia. Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!, dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Jn 20, 19-31
Guía: En una primera aparición, Jesús trae a sus discípulos incrédulos los dones de la Pascua: la paz, la alegría, y el Espíritu Santo, la misión; y en la segunda, vence la incredulidad de Tomás.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Ponemos sobre el altar nuestra fidelidad cristiana como manifestación de entrega total a Cristo, con los dones del pan y del vino. Lo hacemos con alegría.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La unión con Cristo en la eucaristía nos asegura el compromiso de una fe activa, llena de obras buenas.
DESPEDIDA
Guía: Somos no sólo individuos, somos miembros de la comunidad de Jesús. Vayamos a testimoniar comunitariamente a todos la alegría de la resurrección.