12º durante el año. Verde.
Cuando Jesús preguntó quién decía la gente que era él, los Apóstoles respondieron de manera simple. La gente lo veía como a un gran profeta, como al austero Juan Bautista, compañero de Jesús, que había enfrentado las autoridades políticas y religiosas poco tiempo antes. Bien podía ser el mismo Juan resucitado. O como Elías, el que había anunciado los grandes cambios de Israel y la manifestación de Yavhé. El pueblo vivía en una situación caótica y esperaba cambios… En Israel siempre habían llegado de mano de los profetas.
A una pregunta más directa Pedro respondió: “Tú eres el Mesías”. Gran confesión de fe, al menos, en teoría. Porque, detrás de la palabra, cada uno siguió entendiendo lo que por Mesías ya tenía en su cabeza. Unos, un rey temporal y liberador del yugo romano; otros, un profeta mesiánico que llevaba al pueblo a un esplendor en la tierra prometida; otros un nuevo David o Salomón…
Mesías era una palabra cargada de promesas, y en la cual cada uno acunaba sus sueños. Los mismos Apóstoles recibieron de Jesús varios reproches, hasta después de la resurrección, porque aún soñaban con este mundo, con el poder y una escalera con peldaños para encaramarse en autoridad… Poder y dinero van siempre de la mano.
Por eso, les cayó como balde de agua helada la orden terminante de hacer silencio, y más frías las palabras sobre su futuro mesiánico: sufrimientos, condena y muerte… Si ellos lo querían seguir, tenían que estar dispuestos a la misma suerte.
¿Qué imagen de Mesías anida en mi corazón? ¿Estoy dispuesto a compartir el mesianismo del Señor o me invento uno a mi manera?
Pedro respondió: “Tú eres el Mesías de Dios” (Lc 9, 20).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: El mundo actual, tan dinámico en superficie, en realidad está como paralizado por el miedo y la confusión espiritual. La celebración de hoy es una invitación a confiar en el Señor, fuerza y guía de su pueblo.
Guía: El profeta anticipa los dones de gracia y de consuelo que el Señor dará a la casa de David: se convertirán “mirando a aquel que han traspasado”, a Jesús, autor de la salvación.
Lectura de la profecía de Zacarías.
Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios.
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.
Señor, Tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.
Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.
Guía: El bautismo nos reviste de Cristo y nos hace uno con él.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia.
Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 10, 27
Aleluya. «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor. Aleluya.
Guía: Jesús, camino de Jerusalén y antes de su pasión y muerte, plantea a sus discípulos –y hoy a nosotros– la pregunta: Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?» Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». Después dijo a todos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará».
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: El pan que ofrecemos es fuente de fuerza para el cristiano, y lo ayuda a superar los miedos de la vida y a vivir en la alegría del Señor.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: Si hemos recibido a Cristo y permanecemos en él y lo llevamos en nuestra vida, ¿A qué tendremos miedo?
DESPEDIDA
Guía: En la Biblia se repite muchas veces: ¡No tengan miedo! Venciendo la muerte, Jesús nos ha asegurado la victoria sobre todo tipo de miedo. Vayamos a anunciar que la condición del cristiano redimido no es el miedo sino la alegría.