DOMINGO 12
11° durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año.
“Esa mujer” y el justo
Simón, el fariseo, hace un gesto a favor del Rabí discutido por sus pares y lo invita a comer. No lo mira con el desprecio de sus correligionarios, sino con real curiosidad por la predicación de este artesano del Norte, que muchos piensan que es un gran profeta.
Lo recibe, y se reclinan a lo largo de los almohadones que fungen de mesa. En esos tiempos, era normal que, con ocasión de banquetes, el dueño de casa dejara las puertas abiertas para que todos pudieran ver cómo agasajaba a sus huéspedes. Como hoy ciertas fiestas, que se valoran por los vehículos estacionados…
Pero cuando ven entrar a “esa” mujer, el silencio se adueña del lugar. Observan sus gestos: llora a sus pies, los besa y los unge con perfume, se desata la cabellera para secarlos… Gestos ambiguos que bastan para pedir un divorcio. No saben si escandalizarse o fingir…
Simón decide disculpar al Maestro pensando que no sabe quién es “esa” porque, en realidad, no es el gran profeta que muchos admiran… Se habría dado cuenta.
Podemos imaginar que Jesús reacciona con dulzura en su rostro frente a dos pecadores. Una que llora confesando de esa manera su situación y otro que cree haber comprado a Dios con su conducta, pensando que tiene el derecho de juzgar y condenar en su nombre.
La mujer llora sin desesperación, confía en sentirse por primera vez amada y no utilizada. No pide disculpas, hace silencio. Descubre la misericordia.
La pecadora aprende que el juicio de Dios es perdón y nueva vida.
A Simón, Jesús le presenta un caso con serenidad. Dos deudores, uno que debe monedas y otro una fortuna… Los dos son perdonados… ¿Quién lo amará más? Ese día Simón aprende a ponerse en el lugar de los deudores, en el mismo nivel de “esa”.
Hoy estamos nosotros en el lugar de “esa” y de Simón. No somos mejores…
“Tus pecados te son perdonados” (Lc 7, 48).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: Sean bienvenidos a la celebración de este Domingo décimo primero durante el año litúrgico. Nos disponemos a escuchar su Palabra que nos asegura, una vez más, su amor y misericordia con nosotros, especialmente con los que están más alejados del Señor.
1ª LECTURA 2Sam 12, 7-10. 13
Guía: El profeta echa en cara el pecado a David. Este lo reconoce, comienza a hacer penitencia y Dios lo perdona.
Lectura del segundo libro de Samuel.
El profeta Natán dijo a David: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto y aún más. ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita». David dijo a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» Natán le respondió: «El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás». Palabra de Dios.
SALMO Sal 31, 1-2. 5. 7. 11
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: «Confesaré mis faltas al Señor». ¡Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
Tú eres mi refugio, Tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.
2ª LECTURA Gál 2, 16. 19-21
Guía: Pablo afirma que Dios nos salva por su infinita misericordia y no por el mero cumplimiento de la Ley.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia.
Hermanos: Como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en Él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley. Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto inútilmente. Palabra de Dios.
ALELUIA 1Jn 4, 10
Aleluia. Dios nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Aleluia.
EVANGELIO Lc 7, 36–8, 3
Guía: Hoy Jesús nos reconforta y compromete con aquello que le dice a la mujer de mala vida: “Tus pecados te son perdonados”.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de Él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!» Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro», respondió él. «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Pienso que aquél a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz». Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: El pan y el vino que pronto serán el sacramento de Cristo, quiere ser una súplica al Padre Dios para que descubramos cuánto él nos ama y cómo lo debemos amar en nuestros semejantes.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: Al acercarnos a comulgar lo hacemos conscientes de nuestras fragilidades, buscando su misericordia y pidiendo la gracia de amar a nuestros semejantes, como él nos ama.
DESPEDIDA
Guía: Hemos experimentado la misericordia de Dios, vayamos ahora a compartir esta riqueza con otros, especialmente con los enfermos y los más necesitados.