José Antonio Atucha Abad
Queridos amigos, el mes de septiembre es también en Chile el mes de la Biblia.
La Palabra de Dios es el fundamento de nuestra fe y vida cristiana, fuente siempre fresca de santidad, conversión y amor al prójimo. Vivamos agradecidos de poder tener en nuestras manos y corazones los textos sagrados que iluminan, sanan, consuelan y animan a seguir a Jesús y dar testimonio de él.
El corazón de las Sagradas Escrituras son: las bienaventuranzas (Mt 5, 3-12; Lc 6,20-23), el doble amor a Dios y al prójimo (M7 22, 37-39), y el mandamiento nuevo (Jn 13, 34-35).
Cada día la Palabra de Dios nos sorprende, nos invita revisar nuestra vida, a discernir la voluntad del Señor, a descubrir nuestra vocación y carismas. Podemos leer muchas veces los mismos textos, escucharlos, meditarlos y siempre son nuevos, frescos y luminosos.
Quien desee ser un verdadero amigo y discípulo de Cristo, podrá todos los días leer la Sagrada Escritura, meditarla, estudiarla, compartirla y sobre todo vivirla. Ahí el Maestro habla al corazón, invita a la intimidad de la oración, y nuestro espíritu se abre y hace dócil a las mociones del Espíritu Santo.
Las cruces, pruebas y noches espirituales, se superan y aclaran a la luz de los textos sagrados; nada es demasiado difícil o complicado si en ella nos apoyamos. Cuando vienen las dudas, sequedad y aridez espiritual, la Palabra revelada es bálsamo, consuelo y liberación interior.
La Iglesia y la sociedad de hoy necesitan cristianos impregnados del mensaje bíblico, ungidos y consagrados por el Espíritu. Dar testimonio de Jesús es nuestra alegría, nuestra realización. Sin Cristo no podemos dar frutos, Él es la Vid y nosotros sus sarmientos (Jn 15,5). Es una tentación creer que se puede ser de Cristo sin la amistad y fortaleza que brotan de la diaria meditación del evangelio. No escatimemos tiempo, no dilatemos ni posterguemos el encuentro con la Palabra, más bien seamos fieles a su lectura y reflexión, ya se de forma individual o en comunidad.
La Sagrada Escritura es nuestra regla de vida, diariamente nos invita a la conversión, al cambio, a crecer y consolidar la obra de Dios en nosotros. Por esta razón su lectura no pocas veces dará pie a algunas crisis espirituales y existenciales, ya que ella cuestiona nuestra forma de ser, opciones, apegos, pecados y todo lo que en nosotros haga resistencia a la vocación cristiana.
La Biblia no es un texto intimista que encierre al creyente en su mundo interior. Ella necesita intimidad y proyección social y comunitaria. El amor a los más pobres, débiles y marginados, la justicia social, la reconciliación y el perdón. Es luz para alumbrar a las naciones. Debe ser predicada en todo momento y oportunidad, especialmente por la oración y el testimonio de vida.
Donde se siembra la Palabra de Dios, brota la comunidad cristiana, fraterna y hermanable. Se superan todos los roces, diferencias y conflictos, se practica el perdón y la reconciliación.
En la Santísima Virgen María tenemos el mejor ejemplo de cómo escuchar, meditar y vivir la Palabra. En ella el Verbo se hizo carne. Acudamos a María para que nos enseñe a recibir a Jesús. Destaquemos también a San Pablo, prisionero de Cristo (Ef 3,1-13), ejemplo y actual maestro de una vida cimentada y alimentada por la gracia de Dios.
Deseándoles unas lindas fiestas patrias, y con el afecto de siempre, se despide en el Señor.
1 Comment
Buenísima reflexión, refresca y fortalece lo sabido que muchas veces por ser sabido se olvida y no se practica.
También reconozco que la Palabra nos prepara para los momentos difíciles y sin remedio; todo queda sometido a la Voluntad Divina.
Y que la vida en comunidad con Ella logra el perdón y la reconciliación entre los hermanos.
Gracias por sus palabras don José Antonio Atucha, Pbro. El Señor Jesucristo y su Madre Santísima le concedan su favor y lo lleven a la santidad 🙏