La solemnidad del “cuerpo y sangre de Cristo” nos hace revivir la presencia real de Cristo en la eucaristía y nos recuerda la nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo. Es signo de fraternidad.
Por no habernos acercado con frecuencia a recibir el cuerpo de Cristo. Por no haberlo hecho siempre con un corazón reconciliado y limpio. Por no haber sacado de ahí la fuerza para amar a los hermanos.
Pedimos que el memorial de la pasión del Señor nos prepare a contemplarlo un día en el cielo.
Presentación de las ofrendas
Con los dones del pan y del vino, presentamos nuestra vida, la de nuestros hermanos, sus esperanzas y sacrificios, para que el Señor los transforme con su amor compasivo.
Comunión
Dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él”. No rompamos esa promesa con nuestros pecados.
Despedida
Nos hemos alimentado del mismo pan, hemos bebido del mismo cáliz, hemos oído la misma palabra, junto al mismo altar; vayamos ahora a anunciar con la vida que somos hermanos, que Dios nos ama y ama a todos.