San Justino, mártir (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: 1Cor 1, 18-25; Sal 33, 2-9; Mt 5, 13-19.
Semana 8ª durante el año – Semana IV del Salterio.
Reseña
Justino nace en Naplusa (Palestina) hacia el año 100. Es filósofo pagano, pero busca la verdad con sinceridad. A los 30 años se convierte al cristianismo, y con él abrazan la fe varios de sus alumnos. El filósofo Crescencio el Cínico lo denuncia como cristiano, y Justino, con seis de sus alumnos, es conducido ante el prefecto romano Rústico, que lo interroga: “¿Eres cristiano?” Justino responde: “Así, es: soy cristiano”. Y el prefecto le dice: “Escucha, tú que eres tenido por sabio y crees estar en posesión de la verdad: si eres flagelado y decapitado, ¿estás persuadido que subirás al cielo?” Y Justino replica: “Espero vivir en la casa del Señor si sufro tales tormentos, pues sé que, a todos los que hayan vivido rectamente, les está reservado el don de Dios… Nuestro deseo es llegar a la salvación a través de los tormentos sufridos por causa de nuestro Señor Jesucristo, ya que eso será para nosotros motivo de salvación y confianza ante el tribunal de nuestro Salvador, que será universal y más temible que éste”. Y fueron decapitados hacia el año 165.
Lectura del libro del Eclesiástico.
¡Señor, te daré gracias y te alabaré! Bendeciré el nombre del Señor. En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración; a la entrada del templo, pedí obtenerla y la seguiré buscando hasta el fin. Cuando floreció como un racimo que madura, mi corazón puso en ella su alegría; mi pie avanzó por el camino recto y desde mi juventud seguí sus huellas. Apenas le presté un poco de atención, la recibí y adquirí una gran enseñanza. Yo he progresado gracias a ella: al que me dio la sabiduría le daré la gloria. Porque resolví ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no me avergonzaré de ello. Mi alma luchó para alcanzarla, fui minucioso en la práctica de la ley, extendí mis manos hacia el cielo y deploré lo que ignoraba de ella. Hacia ella dirigí mi alma y, conservándome puro, la encontré.
Palabra de Dios.
Comentario: En el saber agradecer se reconoce la bondad. En el Eclesiástico, el autor da gracias a Dios, quien le entregó la sabiduría necesaria para su camino. Quien se detiene y dice: “Gracias”, refleja humildad, nobleza y grandeza de espíritu.
R. ¡Tus preceptos alegran el corazón, Señor!
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.
Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.
ALELUYA Cfr. Col 3, 16. 17
Aleluya. Que la palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza; dando gracias por Él a Dios Padre. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Después de haber expulsado a los vendedores del Templo, Jesús volvió otra vez a Jerusalén. Mientras caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a Él y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?” Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan Bautista, ¿venía del cielo o de los hombres? ” Ellos se hacían este razonamiento: “Si contestamos: ‘Del cielo’, Él nos dirá: ‘¿Por qué no creyeron en él?’ ¿Diremos entonces: ‘De los hombres’?” Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: “No sabemos”. Y Él les respondió: “Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas”.
Palabra del Señor.
Comentario: Las preguntas de los dirigentes demuestran su poca preocupación por discernir y entender los signos de Dios. A su vez, Jesús les responde con otra pregunta. Ellos debieron guardar silencio porque les faltaba predisposición para encontrarse con la verdad. ¿Interesa la verdad o sólo motivos para justificar el propio interés?