Por P. José Antonio Atucha Abad.
Queridos amigos, el mes de agosto es el mes de la solidaridad. La figura de san Alberto Hurtado ilumina nuestro caminar como Iglesia chilena, y nos invita a salir de nosotros mismos para ponernos en el lugar de los demás, especialmente de los más necesitados.
La caridad cristiana no es solo “hacer algo” por alguien, más bien es un estilo de vida. Una opción de imitar y configurarnos con Cristo que se vació de sí mismo para darse plenamente al Padre Dios y a cada persona que quiera recibirlo en su corazón. (Cf. Fil 2, 7-8).
Sabemos que nuestra naturaleza se inclina al egoísmo, donde casi siempre nos colocamos en primer lugar para tratar de satisfacer nuestras necesidades. Y poniendo a los demás, habitualmente, en un segundo lugar. Esta es una manera muy triste de vivir, nos encierra, nos quita libertad y generosidad.
Hagamos el propósito de descubrir el camino de la entrega, de darnos y de estar al servicio de la comunidad. Este modo de vivir llena de felicidad y paz, da un profundo sentido de vida y ofrece un testimonio cristiano capaz de entusiasmar y atraer a otros a vivir para nuestro prójimo.
¿Es posible perseverar en una vida de entrega y servicio? A primera vista pareciera que no, que es mucho esfuerzo y que algunas personas no aprecian ni valoran nuestra entrega desinteresada. Desechemos ese pensamiento, y abracemos como lema el “Himno de la Caridad” de san Pablo (1Cor 13, 4-7).
Jesús es el mejor ejemplo de caridad, pidamos diariamente en nuestra oración asemejarnos un poco más a Él y a san Alberto Hurtado.
Reflexionemos
Pidamos al Espíritu Santo, que nos empuje y anime a vivir la caridad sin límites, colores o razas.
Con el afecto de siempre, se despide de Uds.