P. José Antonio Atucha Abad.
Queridos amigos, tras los desastrosos efectos de los incendios en Viña del Mar y Quilpué, surge una vez más la pregunta, ¿por qué Dios permite tanto dolor, sufrimiento y muerte? Esta interrogante acompaña a la humanidad desde sus inicios y caminará con nosotros hasta el final de la historia.
Sólo contemplado al que traspasaron (Zacarías 12, 10), puede surgir un rayo de luz y esperanza ante el misterio del dolor. Jesús es el verdadero “varón de dolores”, y “el siervo sufriente” (Isaías 53,3ss; 52, 13-52). El más santo e inocente, el más justo y bondadoso, Jesucristo, fue entregado en manos de aquellos que lo martirizaron y dieron una cruel y dolorosa muerte. En ese trance de su vida, acudió con fuertes plegarias y lágrimas a su Padre, dándonos ejemplo de sumisión a la voluntad de Dios y absoluta confianza de estar en sus manos (Hebreos 5,7).
En nuestros sufrimientos nunca estamos solos. Cristo siempre está a nuestro lado. Es la oportunidad de unir nuestros dolores a los suyos y completar en nuestra carne lo que falta a la Pasión del Señor: “Ahora me alegro de mis padecimientos por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1,24).
Jesús dio su vida por nuestra salvación y redención. Su entrega no fue un fracaso, un sufrimiento sin sentido; más bien fue el mayor acto de amor de toda la historia de la Humanidad. El Padre recibió su inmolación y obediencia y, tras un breve sufrimiento lo RESUCITÓ de entre los muertos, para llega a ser SEÑOR de vivos y muertos. (Romanos 14,9).
Que los problemas y sufrimientos no roben nuestra alegría, paz y plena confianza en el Señor; más bien RESUCITEMOS CON CRISTO. Dejemos que su Espíritu nos consuele, ilumine y fortalezca. No hay nada más maravilloso que la Vida nueva en Cristo resucitado: “Si hemos sido injertados en Cristo compartiendo una muerte como la suya, compartiremos, también su resurrección” (Romanos 6,5).
El mundo necesita cristianos resucitados, testigos de que el amor es más fuerte y de que todo lo podemos en Cristo que nos conforta. El mundo de hoy necesita volver a escuchar: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (Juan 15,13).
Una vez más volvamos nuestros ojos a María Santísima, fiel al pie de la Cruz de su hijo; en ella encontraremos el amor de una madre que consuela y sostiene, en la esperanza del triunfo del amor sobre la muerte.
Deseándoles una muy bendecida Semana Santa, y una gloriosa resurrección con Cristo, les bendice, con el afecto de siempre
3 Comments
Muy buena reflexión , muy inspiradora para iniciar esta semana
tan significativa
Gracias
Se ve que va a ser un libro que abrirá el corazón de sus fieles y Cristo ya tiene su corazón abierto para que descubramos el verdadero amor que Dios nos tiene
Maravilloso mensaje que nos ayuda a comprender muchos porqués. Gracias por el mensaje Padre, por acordarse de nosotros y por sus bendiciones. Que Dios le cuide, proteja y le guíe. Un cariñoso abrazo