La homilía de Mons. Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago, en el Tedeum ecuménico con que celebramos nuestro día nacional el año pasado, fijó nuestra atención en la crisis de confianza que afecta a nuestra sociedad y a sus instituciones, incluyendo a la Iglesia.
Nos advertía Mons. Ezzati: ¡Es imposible crecer en desconfianza! ¡Es imposible educar en desconfianza! ¡Es imposible amar con desconfianza! La desconfianza corta la trama del tejido humano y hace que se desplome la viga maestra que sostiene la polis, el templo y el hogar. Es urgente trabajar mancomunados, emprender una noble movilización nacional para recrear una atmósfera de fe y de benevolencia que permita confianza mutua, en la palabra dada y en la colaboración que posibilite alcanzar el mayor bien común posible.
Nos encontramos, entonces, con un diagnóstico y una tarea por realizar: ¿Es posible recuperar las confianzas? Y hasta nos preguntamos si es conveniente.
El tema nos ha ocupado en actividades habituales como el Retiro de Semana Santa y en un foro especialmente dedicado a él, que se realizó el día miércoles 10 de julio del año en curso. Al mismo tiempo, hemos podido encontrarnos con la experiencia de otras sociedades, que han vivido o están viviendo situaciones similares.
En este número queremos ofrecer algunas pistas y reflexiones que nos ayuden a mirar con más serenidad el momento actual. Como nos indica una de nuestras autoras, ni la confianza acrítica, ni la desconfianza paranoica nos ayudan a crecer como seres humanos. Pero la duda puede ser fuente de libertad y dar paso a la esperanza. Junto con la duda, vendrá la necesaria conversión que nos permitirá deponer nuestros recelos infundados y abrirnos a diálogos que reconstruyan nuestra convivencia eclesial y social.
Centro de Espiritualidad Ignaciana
Santiago de Chile, agosto 2013