Sólo si su corazón está lleno de esperanza, el presbítero es capaz de cantar: «Señor, tú eres mi heredad», pues ha renunciado a la tierra, a la familia y a una profesión para tener a Dios como único fundamento en el que apoyar y construir su existencia.
Si esta afirmación es verdadera, no es posible reflexionar sobre la vida sacerdotal sin abordar en serio algunos de los temas que hoy son decisivos, en concreto la oración, el celibato, la santificación y la predicación.
El convencimiento que anima al autor en este diálogo cordial es que los problemas que afectan a los presbíteros inciden profundamente en el conjunto del tejido eclesial donde se hallan insertos y en la renovación de las comunidades que tienen encomendadas.