Cuando se menciona a Juan XXIII resulta imposible no separarlo de su apelativo, el “Papa Bueno”, cuyo pontificado alcanzo gran notoriedad por sus encíclicas, y en especial, por la convocatoria que hizo para llevare a cabo el Concilio Vaticano II, que imprimió una renovada orientación pastoral a la iglesia católica del siglo XX y remeció el corazón de toda cristiandad.
Su extraordinaria bondad y simpatía le permitieron ganarse la amistad y el respeto de gente muy diversa, lo que con justicia le mereció el calificativo de “Papa Bueno”. Aunque alcanzo el pontificado en la tercera edad, nunca careció de la chispas ni de la gracia que le valieron hacer grandes amistades, incluso, entre los no creyentes Ese encanto personal fue su distingo entre los príncipes de la Iglesia.