«Una de las mayores necesidades de la Iglesia es la defensa contra ese mal que llamamos demonios, el enemigo número uno, el tentador por excelencia. Sabemos que este ser obscuro e inquietante existe realmente, y que sigue actuando con hábil astucia. Es el mayor enemigo del hombre, sembrador de errores y desventuras en la historia humana».
» Todo lo que nos defiende del pecado nos protege del enemigo invisible. la gracia, la defensa decisiva y la inocencia adquieren el aspecto de fortaleza…»