En la Biblia, el Espíritu Santo es el Consolador, la fuerza de lo alto que viene en auxilio de nuestras debilidades. Para nosotros, que somos frágiles, que nos vemos obligados a enfrentarnos a tantos combates y que nos desviamos muy fácilmente, su asistencia no debe ser un lujo; sino, más bien, en un elemento esencial de nuestra vida cristiana. Sin ella, no podemos realmente progresar, ni responder al llamado a la santidad que Dios nos dirige. El Espíritu Santo está presente en todos los bautizados y puede orientar y ayudar gracias a los movimientos que genera en las profundidades del alma humana. Aprender a reconocerlos y a recibirlos, a estar más atentos a las inspiraciones con las que Dios se dirige a nuestro corazón para estimularlo, nos permitirá avanzar en la vida cristiana y hacerla más libre, más simple, más feliz. La intención de este libro, de lenguaje accesible y concreto, es la de señalarnos las condiciones prácticas que hacen posible esa docilidad a la acción del Espíritu.