Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
En este primer domingo de abril, la comunidad cristiana celebra el segundo de Pascua, denominado también de la Divina Misericordia y en nuestro país Domingo de Cuasimodo. Se clausura la primera semana de Pascua, que es como un gran día en honor de Cristo Resucitado. La celebración del misterio de la resurrección de nuestro Señor, se extenderá hasta Pentecostés, el domingo 19 de mayo.
Anualmente se proclama en este día un pasaje del evangelista Juan, apariciones del Señor Resucitado a sus apóstoles, Jn 20, 19-31. Da cuenta el evangelista que: “Al atardecer del día primero de la semana” (v 19), el Señor, en medio de los suyos los saluda deseándoles la paz, “mostrándoles las manos y el costado” (v 20), provocando con ello la alegría de los discípulos. Luego de repetir el saludo de la paz, les dona el Espíritu y los envía en misión: “sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos” (vv 22-23).
Luego, da cuenta que uno de los discípulos, Tomás, no estuvo presente en la primera aparición, por ello, al participarle los demás “hemos visto al Señor” (v 25), replicó: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado, no creeré” (v 25).
En una nueva aparición del Señor a sus discípulos, Tomás está presente con ellos. Después de saludarlos deseándoles la paz, el Señor se dirige a él: “Mira mis manos y toca mis heridas; extiende tu mano y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe” (v 27). Responde el apóstol con la frase conocida en la comunidad cristiana hasta nuestros días, y repetida frecuentemente también como manifestación de fe: “Señor mío y Dios mío” (v 28). Concluye el diálogo el Señor: “Porque me has visto has creído; felices los que crean sin haber visto” (v 29).
Concluye el evangelista afirmando: “Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están relatadas en este libro” (v 30). Quedan las escritas “para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de Él” (v 31).
Propicio es este segundo domingo de Pascua, para manifestar gratitud a Dios por el don de la fe, también a los queridos padres y familiares, como igualmente a catequistas, agentes pastorales, religiosas y religiosos, diáconos y sacerdotes que, de uno u otro modo, nos han ayudado a crecer y madurar en el camino de seguimiento del Señor. Si bien pertenecemos a los discípulos misioneros del Señor, que no hemos oído, visto y palpado personalmente al Señor resucitado, sin embargo, por gracia y bendición suya hemos adherido en la fe a Él. Nos sostenga el Señor a lo largo de nuestra vida, hasta la muerte, en la confesión de la verdadera fe, especialmente en misterio tan grande, su gloriosa resurrección. Procuremos seguirlo, manifestándole nuestro amor como correspondencia al suyo, celebrándolo en la comunidad de sus discípulos, disponiéndonos a su anuncio, como enviados con el tesoro del evangelio, proclamando que Él está vivo. El Señor resucitado, presente entre nosotros, como el Espíritu recibido en el envío, son nuestra fortaleza en la misión.