Feliz coincidencia la de este Domingo 16 de julio, celebrar como en todos los Domingos del año a Cristo resucitado y honrar al mismo tiempo a su Madre, Nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile. En dos ocasiones le rendimos culto bajo la advocación señalada, hoy 16 de julio y el último Domingo de septiembre, Día de Oración por Chile. En las parroquias y comunidades contamos con numerosas instancias en que se honra a la Virgen del Carmen, como novenas, celebración de patrocinios, procesiones, entre otras.
En este Domingo la comunidad cristiana acoge preciosos textos bíblicos, inspiradores y de infinitas perspectivas, la primera lectura de 1Reyes 18, 1-2. 41-46; el Salmo 119, 1-8; la segunda lectura de 1Timoteo 2, 1-8 y el Evangelio de Juan 2, 1-11.
El relato del evangelio es conocido. El Señor, su Madre y sus discípulos invitados a una boda en Caná de Galilea (vv 1-2). Interviene la Madre: “No tienen vino” (v 3). Misteriosa la interpelación de Jesús: “¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora” (v 4). La intervención de la Madre ante los que servían: “Hagan lo que Él les diga” (v 5). La orden del Señor es llenar de agua las “seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una” (v 6), lo que hicieron los sirvientes llenándolas hasta el borde (v 7). Nuevamente, una orden del Señor: “Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe” (v 8). El encargado, dirigiéndose al novio le dice: “Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor” (v 10). Concluye el relato con la afirmación del evangelista: “En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en Él los discípulos” (v 11).
Resalto del Evangelio algunos particulares: Ante todo, la presencia del Señor, su Madre y los suyos en una boda. ¡Qué bello testimonio! El valor de la cercanía, el compartir, la alegría por la fiesta, especialmente de los más sencillos y humildes. Luego, el mismo signo, pero en relación al reino del Padre que Jesús vino a anunciar e inaugurar con su presencia.
El evangelista Juan anuncia el comienzo de la misión del Señor con la alegría de las bodas mesiánicas. Jesús es el esposo y la esposa es la comunidad que adhiere a Él en la fe.
Contemplemos también la delicada mediación de María, que para nosotros es una preciosa intercesión. Ella, en efecto, siempre atenta a ayudar a los discípulos de su Hijo en todos los momentos de la vida, cuando se le invoca con la confianza de hijos.
Agradecemos al Señor el don de su Palabra. Acogerla, meditarla, procurar vivirla, es cuanto la Virgen santa nos enseña: “Hagan lo que Él les diga” (v 5). Que con la bendición del Señor podamos hacer personalmente, en nuestras familias y en el país lo que Él nos diga.