El próximo 23 de enero se celebrará el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el papa Francisco a través de la Carta Apostólica en forma de Motu Propio Aperuit Illis, con el fin de reavivar la responsabilidad que los creyentes tienen en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en mantenerla viva mediante un trabajo de transmisión y comprensión permanente, capaz de dar sentido a la vida de la Iglesia en las diversas condiciones en las que se encuentra.
El texto que el Papa Francisco ha elegido para esta celebración es fuertemente expresivo para la vida de la comunidad cristiana: ¡Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios! Lucas el evangelista inserta estas palabras de Jesús como conclusión de un discurso en el que se vuelve a ver unida la acción mesiánica del Señor y su enseñanza. El capítulo comienza con la petición hecha por un discípulo de enseñarles a orar tal como lo había hecho el Bautista con sus discípulos. Jesús no se retrae y enseña la oración más hermosa que todos los cristianos han utilizado siempre para reconocerse en él como hijos de un solo Padre. El Padrenuestro no es sólo la oración de los creyentes que afirman tener una relación filial con Dios a través de Jesús; también constituye la síntesis del renacer a una nueva vida donde el cumplimiento de la voluntad del Padre es fuente de salvación. En una palabra, es la síntesis de todo el Evangelio. Las palabras de Jesús invitan a quienes oran con esas expresiones a involucrarse en un “nosotros” de una comunidad: “Cuando oren, digan” (Lc 11, 2), y que sus discípulos perciban como expresión un serio deseo de orar como parte de toda su existencia. La oración, por lo tanto, no es por un momento, sino que involucra todo el día de un discípulo del Señor. Requiere la alegría del encuentro y la perseverancia. Por eso el Señor sigue afirmando: “Pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y se te abrirá” (Lc 11,9). Nada queda sin ser escuchado por el Padre cuando es pedido en el nombre del Hijo.
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