El Colegio Victoria Prieto de la Corporación Educacional Arzobispado de Santiago, CEAS, es el lugar donde se trasladarán los ciudadanos bolivianos que hasta ayer estaban durmiendo en las afueras del consulado de Bolivia en Santiago. En el establecimiento podrán cumplir su cuarentena preventiva, antes de volver a su país. Actualmente se está trabajando con el consulado de Bolivia para coordinar su repatriación.
La estadía de los hermanos de Bolivia se dará en las mismas condiciones en las que ya se ha recibido a otros de sus compatriotas y a ciudadanos de Perú: entregándoles un techo, abrigo, alimentación y todas las medidas de higiene y seguridad dispuestas por la autoridad sanitaria para evitar contagios de Covid-19. En total, el Arzobispado de Santiago ha ayudado a 2000 personas de otros países que han pasado por estas difíciles condiciones. Todo el trabajo se ha podido realizar gracias a la coordinación de la Vicaría Pastoral Social Caritas y la Parroquia Latinoamericana.
En el caso de los ciudadanos venezolanos, donde aún no hay coordinación para la repatriación, la Iglesia de Santiago ha estado dando apoyo a través de la entrega de alimentos y útiles de primera necesidad, acción coordinada desde la parroquia La Anunciación.
Roxana Espinoza, directora del Colegio, explica cómo se llegó a la decisión de usar las dependencias del establecimiento como albergue. “Como colegio católico lo que tenemos que hacer es abrir nuestras puertas. Es un momento súper crítico, súper difícil y lo mínimo es, que si tenemos un lugar donde la gente pueda estar mejor que en la calle, es ofrecerlo. En verdad esto fue un acto de fe, muy mariano, donde tú dices sí y después Dios hace lo demás”, dijo.
El Colegio Victoria Prieto es gratuito para sus estudiantes y tiene una realidad particular: el 60% de sus alumnos son migrantes. Su directora, además, cuenta que al menos la mitad de las familias del colegio perdieron sus empleos en marzo, y que solo el 20% de los apoderados tiene un trabajo estable. Pero a pesar de esa difícil realidad, hoy decidieron hacer este acto de generosidad. “Esto no se trata ni de pobreza ni de riqueza, yo creo que tiene que ver con convicciones, y cómo nos ayudamos unos a otros. Abrir nuestras puertas y compartir lo que tenemos, sea mucho, sea poco, es un acto de profunda humanidad”, explicó.
Una de las mujeres que ha estado en las afueras del consulado, cuenta que “no tenemos donde volvernos, estamos sin trabajo, sin arriendo, sin plata, así que tuvimos que venirnos acá. Nosotros estábamos trabajando en los campos, en cosechas, sembrando. Algunos están hace tres meses, otros que ya tienen cuatro, pero nos tocó esa situación de la enfermedad y nos tuvimos que quedar acá y ya nadie pudo salir, porque estamos sin trabajo“.