Semana 1ª durante el año. Semana 1ª del Salterio. Tomo III.
Lectura del primer libro de Samuel.
Ana, con el alma llena de amargura, oró al Señor y lloró desconsoladamente. Luego hizo este voto: «Señor de los ejércitos, si miras la miseria de tu servidora y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu servidora y le das un hijo varón, yo lo entregaré al Señor para toda su vida, y la navaja no pasará por su cabeza». Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, el sacerdote Elí miraba atentamente su boca. Ana oraba en silencio; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba ebria, y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Ve a que se te pase el efecto del vino!». Ana respondió: «No, mi señor; yo soy una mujer que sufre mucho. No he bebido vino ni nada que pueda embriagar; sólo me estaba des¬ahogando delante del Señor. No tomes a tu servidora por una mujer cualquiera; si he estado hablando hasta ahora, ha sido por el exceso de mi congoja y mi dolor». «Vete en paz, le respondió Elí, y que el Dios de Israel te conceda lo que tanto le has pedido». Ana le dijo entonces: «¡Que tu servidora pueda gozar siempre de tu favor!». Luego la mujer se fue por su camino, comió algo y cambió de semblante. A la mañana siguiente, se levantaron bien temprano y se postraron delante del Señor; luego regresaron a su casa en Ramá. Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor». Palabra de Dios.
Comentario: En el antiguo Canáan era común el culto a las divinidades de la fertilidad. En efecto, quienes rogaban por quedar embarazadas, frecuentaban los santuarios populares pidiendo ser madre. Ahora, ese atributo le corresponderá al Señor. La esterilidad de Ana confirma, por una parte, la omnipotencia divina que genera vida y, por otra, la gratuidad con que Dios lleva adelante su plan de salvación.
R. ¡Mi corazón se regocija en el Señor!
Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría. R.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita. R.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece. R.
Él levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria. R.
Aleluia. Reciban la Palabra de Dios, no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!». Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea. Palabra del Señor.
Comentario: El núcleo fundamental del relato no lo tiene la existencia o inexistencia de los espíritus malignos, sino el comporta¬miento de Jesús frente a este hecho. Jesús posee el poder del Reino de Dios y lo utiliza contra todo aquello que «oprime» al hombre y no le permite ser libre.