Leccionario Santoral: Ef 3, 8-12; Sal 36, 3-6. 30-31; Jn 15, 9-7.
LECTURA Heb 10, 1-10
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: La Ley, al no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad de las cosas, con los sacrificios repetidos año tras año en forma ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a Dios. De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios, porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado. En cambio, estos sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado, porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados. Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo –como está escrito de mí en el libro de la Ley– para hacer tu voluntad”. Él comienza diciendo: “Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley”. Y luego añade: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre. Palabra de Dios.
Comentario: El Autor afirma que el sacerdocio de Cristo hace a todos los creyentes, sacerdotes como él, ya que nos da la posibilidad de ofrecer nuestras vidas de amor, de servicio a Dios y a nuestros hermanos como verdadero sacrificio agradable a Dios. El sacerdocio de Cristo ya no mira los grandes “sacrificios”, sino la “lealtad” que hay de parte de quienes los realizan. En efecto, lo que importa es la actitud profunda de la persona que quiere ser fiel a Dios en lo que dice y hace.
SALMO Sal 39, 2. 4. 7-11
R. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!
Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor. R.
No escondí tu justicia dentro de mí, proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté a la gran asamblea tu amor y tu fidelidad. R.
EVANGELIO Mc 3, 31-35
Evangelio de nuestro Señor Jesu-cristo según san Marcos.
Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús nos enseña que no podemos ser mezquinos con relación a la idea que tenemos del Reino de Dios. Es decir, si solamente se vive en virtud de una cuestión sanguínea, entonces aún no sabemos en qué consiste. La verdadera familia de Jesús ha de traspasar los límites de la sangre o de la cultura, porque el Reino lo constituyen todos los hombres y mujeres que hacen la voluntad de Dios.
1 Comment
GLORIA A TI SEÑOR JESÚS…