Leccionario Santoral: Ef 4, 1-7. 11-13; Sal 22, 1-6; Mt 23, 8-12.
Prefacio de Navidad. Semana II del Salterio.
Lectura de la primera carta de san Juan.
Hijos míos: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo. El que niega al Hijo no está unido al Padre; el que reconoce al Hijo también está unido al Padre. En cuanto a ustedes, permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio: de esa manera, permanecerán también en el Hijo y en el Padre. La promesa que Él nos hizo es ésta: la Vida eterna. Esto es lo que quería escribirles acerca de los que intentan engañarlos. Pero la unción que recibieron de Él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Y ya que esa unción los instruye en todo y ella es verdadera y no miente, permanezcan en Él, como ella les ha enseñado. Sí, permanezcan en Él, hijos míos, para que cuando Él se manifieste, tengamos plena confianza, y no sintamos vergüenza ante Él en el Día de su Venida. Palabra de Dios.
Comentario: La persona de Jesús toma relevancia no solo desde que irrumpe en el mundo, sino también cuando acontezca su Segunda venida. Porque a él se opone el Anticristo, es decir, el mentiroso, que es la representación del mal y la negación del propio Cristo. Por eso, quienes profesan con el corazón y la boca que Jesús es el Hijo de Dios se apartan de toda apostasía e incredulidad y se constituyen en «fieles» seguidores del Señor.
R. ¡El Señor manifestó su victoria!
Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Aleluia. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: Yo no soy el Mesías». «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: El viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. Palabra del Señor.
Comentario: Ante la autoridad judía, el Bautista confiesa que él no es el Mesías, ni el profeta ni Elías, ya que su testimonio es «profético»; por tanto, él prepara la llegada de Jesús. Su único propósito es dar a conocerlo. Por esta razón a Jesús se le debe buscar y descubrir, sobre todo a partir de su resurrección. Aquella búsqueda y descubrimiento lo hicieron los propios Apóstoles y continúa haciéndolo cada creyente en el encuentro personal y comunitario con el Cristo, resucitado.