LECTURA 1Sam 17, 1. 2. 4. 8. 32-33. 37. 40-51
Lectura del primer libro de Samuel.
Los filisteos reunieron sus fuerzas para el combate. También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y se dispusieron en orden de batalla frente a los filisteos. Entonces salió del campo filisteo un luchador llamado Goliat. Se detuvo y gritó a las filas de Israel: “¿Para qué salen a presentar batalla? ¿No soy yo el Filisteo y ustedes los esclavos de Saúl? Elijan a un hombre y que baje a enfrentarme”. David dijo a Saúl: “No hay que desanimarse a causa de ése; tu servidor irá a luchar contra el filisteo”. Pero Saúl respondió a David: “Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud”. Y David añadió: “El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo”. Entonces Saúl dijo a David: “Ve, y que el Señor esté contigo”. Luego David tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia. Entonces dijo a David: “¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?”. Y maldijo a David invocando a sus dioses. Luego le dijo: “Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo”. David replicó al filisteo: “Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel. Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque ésta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos”. Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, éste enfiló velozmente en dirección al filisteo. En seguida metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo. Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano. David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron. Palabra de Dios.
Comentario: El enfrentamiento entre David y Goliat, más que una lucha antagónica de dos pueblos, es un combate entre la política de la fe y la política de la técnica o la fuerza. Goliat personifica la fuerza humana o la técnica y por su parte, David representa al más débil y al que vence en el nombre del Señor: “Unos confían en sus carros o caballos. Nosotros invocamos el nombre del Señor nuestro Dios” (Cf. Sal 208). Esta es la política de la confianza en Dios por la cual se confío David y que como creyentes también creemos y ponemos en primer lugar.
SALMO Sal 143, 1-2. 9-10
R. ¡Bendito sea el Señor, mi Roca!
Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha. R.
Él es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies. R.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas, porque Tú das la victoria a los reyes y libras a David, tu servidor. R.
ALELUIA Cf. Mt 4, 23
Aleluia. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluia.
EVANGELIO Mc 3, 1-6
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús entró en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él. Palabra del Señor.
Comentario: La curación del hombre en sábado es para Jesús otra oportunidad para liberar al creyente de la tiranía de la ley (Cf. Rom 3, 20; 6, 14). Es decir, el sábado está en función del hombre y no al revés. Jesús no viene a condenar al hombre ni a dictar sentencia; al contrario, quiere salvarlo de la alienación legalista. Por eso sale de aquella falsa interpretación de la Ley, pues ahora los “excluidos” son el centro de la acción divina: la opción por la vida y por los pobres no se puede postergar, sino asumirla a pesar de los riesgos que implica.