Prefacio de pastores.
Leccionario Santoral: Ef 6, 10-13. 18; Sal 15, 1-2. 5. 7-8. 11; Mt 19, 16-26.
LECTURA Heb 6, 10-20
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Dios no es injusto para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor que tienen por su Nombre, ese amor demostrado en el servicio que han prestado y siguen prestando a los santos. Solamente deseamos que cada uno muestre hasta el final el mismo celo para asegurar el cumplimento de su esperanza. Así, en lugar de dejarse estar perezosamente, imitarán el ejemplo de aquéllos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no podía jurar por alguien mayor que Él, juró por sí mismo, diciendo: “Sí, yo te colmaré de bendiciones y te daré una descendencia numerosa”. Y por su paciencia, Abraham vio la reali-zación de esta promesa. Los hombres acostumbran a jurar por algo más grande que ellos, y lo que se confirma con un juramento queda fuera de toda discusión. Por eso Dios, queriendo dar a los herederos de la promesa una prueba más clara de que su decisión era irrevocable, la garantizó con un juramento. De esa manera, hay dos realidades irrevocables –la promesa y el juramento– en las que Dios no puede engañarnos. Y gracias a ellas, nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece. Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Palabra de Dios.
Comentario: El Predicador llama a la comu-nidad a la madurez y a la perseverancia cristiana. Porque ya conocen, han gustado de la presencia del Espíritu, saboreado las enseñanzas de la Palabra de Dios y su dinamismo. Además, los anima a no renegar de su fe, ya que están apoyados en la promesa de Dios, en su compromiso cristiano y en sus buenas obras: porque Dios hizo una promesa y juramento revelados en la persona de Jesucristo.
SALMO Sal 110, 1-2. 4-5. 9-10
R. El Señor se acuerda eternamente de su Alianza.
Doy gracias al Señor de todo corazón, en la reunión y en la asamblea de los justos. Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas. R.
Él hizo portentos memorables, el Señor es bondadoso y compasivo. Proveyó de alimento a sus fieles y se acuerda eternamente de su Alianza. R.
Él envió la redención a su pueblo, promulgó su Alianza para siempre: Su Nombre es santo y temible. ¡El Señor es digno de alabanza eternamente! R.
ALELUIA Cf. Ef 1, 17-18
Aleluia. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluia.
EVANGELIO Mc 2, 23-28
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: “¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?”. Él les respondió: “¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?”. Y agregó: “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado”. Palabra del Señor.
Comentario: El evangelio nos sitúa frente a una de las instituciones más fuertes de Israel: el sábado. Para los judíos, aquel día era consagrado al Señor y no se trabajaba. Pero Jesús era consciente de que la Ley debía ayudar al hombre y no esclavizarlo. De este modo, aboga por la ley del amor y de la misericordia. Solo así al discípulo de Jesús se le identifica con el amor al prójimo, porque “no hay mandamiento mayor que este”. Jesús nos invita a recuperar el “sentido común” y a discernir que la Ley se ha hecho para el hombre y no al revés.
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Gloria a Ti Señor Jesús…